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El futuro de Warhammer

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Todas estas novedades del Fin de los Tiempos me han pillado fuera de onda, y no he tenido ocasión de comentar mis impresiones al respecto, y mis elucubraciones sobre el futuro de Warhammer. Aviso, son mis ideas al respecto: no tengo en mi poder ningún conocimiento sobre el tema que no sea ya de dominio público.

En primer lugar: ¡Nagash! ¿Qué más decir? El chico malo, el villano de los villanos del Mundo de Warhammer. Eso ya es un punto a favor. Pero vamos con los puntos en contra:

¡Han cambiado la historia! ¿Cómo va a resucitar Nagash si ya resucitó en el año 1681 del Calendario Imperial? Miro en el libro de Nagash el nombre del autor, para culparlo por tamaño conflicto de canon, pero... ¡Sorpresa! "Producido por el Studio de diseño de GW". ¿Quién es el responsable? No se sabe, como ya es costumbre en los últimos libros de GW. Bueno, sea quien sea el responsable (o la responsable, o los responsables...), son una banda de cretinos estultos incapaces de leerse unos pocos manuales publicados previamente y realizar una historia coherente con lo que ya estaba escrito con anterioridad. Y sobre su originalidad... ¿Qué decir? ¿Que Juego de Tronos triunfa? ¿Que las intrigas retorcidas y las muertes de personajes a mansalva venden? ¡Pues a copiar se ha dicho! Eso sí, en el estilo de copiar habitual de GW: de forma cutre y burda. La banda de necios de Nottingham comienza a verle las orejas al lobo, y tratan de copiar a lo más vendido en estos momentos.

Por lo visto, el libro de Nagash es el primero de una trilogía del Fin de los Tiempos (se rumorea fuertemente que el segundo será "Malekith" y el tercero "Glotkin", que suena a skaven que tira para atrás). Tras el Fin de los Tiempos, el mundo de Warhammer no volverá a ser el mismo (no sé si os acordáis, pero lo mismo dijeron con la Tormenta del Caos...).



Lo cierto es que parece que el trasfondo ha avanzado un poco. Claro, ha avanzado como si un jugador de WoW de 13 años lo hubiese escrito. La Tormenta del Caos no sucedió nunca, Nagash estaba muerto y no se había dado cuenta, el Vórtice de Ulthuan se colapsa y Ulthuan no se hunde bajo las olas... Y, en la tónica habitual de GW, es un héroe (o un villano) el que lo hace todo: las tropas están de comparsas, no hacen nada más que hacer bulto, pues es Arkhan, o Valten, o la suegra de Teclis, quienes vencen completamente al enemigo y deciden el destino de las batallas. ¿Para qué tanto gasto en soldados? ¡Si con un personaje híper-bestia vale!  Es más, nos podemos ahorrar hasta los dados, y golpear las miniaturas unas contra otras, como los niños.

Se habla de que saldrá una 9ª edición de Warhammer, y que este Fin de los Tiempos sólo será un nuevo comienzo. Se habla de que puede desaparecer Warhammer, o convertirse en un juego de escaramuzas, o en algo completamente diferente. Yo creo que este Fin de los Tiempos es una especie de prueba: si vende, habrá nuevo Warhammer, y si no, se cerrará la línea y a otra cosa. También creo que es un ensayo para algo que planean con su juego estrella (40K): si esto sale bien, probarán a avanzar el trasfondo en 40K (¿matar al Emperador?).

Y vosotros, ¿qué opináis?

Guerra en color: ¡Nagash!

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Anoche por fin terminé de pintar a Nagash, Señor Supremo de los No Muertos, y he de decir que ha sido una grata experiencia: la miniatura es enorme, y tiene numerosos detalles interesantes para pasar el rato con los pinceles. Sigo pensando que 85 euros por una miniatura de plástico (aunque mida 25cm de la peana a la punta del báculo) es una exageración, pero ha sido un capricho. Aún no he barnizado la miniatura, ya que siempre que hago fotos, encuentro algún detalle que remendar, de modo que si veis algún fallo, decídmelo.

Os dejo con las fotos (abrir las imágenes en una pestaña nueva para ver en tamaño original):











Comparativa de tamaño con la antigua miniatura de Nagash


Adiós MTGBOX, adiós

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Me dirigía a compartir con vosotros la baraja de Commander "campesina" de Brimaz de nuestro colega Trosef Butterflanks (tal vez le recuerden de episodios anteriores como "rellenar el interior de las unidades de enanos me da pereza" o "mamá, ¿qué le pasa a ese hombre en la cara?") cuando me encuentro con una amarga sorpresa. La página de almacenamiento de barajas MTGBOX.com cierra sus puertas el próximo 25 de octubre.


Y es tanto una pena como un fastidio. Los comentarios y otras opciones de ese sitio web llevaban ya muertos bastante tiempo, pero seguían actualizando la base de datos de cartas de Magic y nos permitía a los bloggeros compartir con vosotros nuestros mazos de una manera mucho más cómoda, permitiendo que los interesados pudieran ver la carta deseada estampada en nuestro blog con solo posar el cursor del ratón en lugar de tener que buscar cada una de ellas por separado en otras fuentes. No solo eso, sino que quienes utilizamos este método de publicación veremos en breves huecos vacíos en las entradas sobre barajas que hicimos tiempo atrás.

Adiós compañera; nos has servido poco, pero muy bien. Volveremos al copy/paste de toda la vida, y aunque esta relación haya durado poco más que un amorío de verano espero que el Clip de Windows y tu seáis muy felices allá donde acabéis.

¡Personajes muertos!

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Esta campaña del Fin de los Tiempos ha traído al mundo de Warhammer más muertes ilustres que los casi 30 años anteriores de Warhammer. Numerosos personajes especiales han muerto, personajes icónicos del mundo de Warhammer que han ido a la fosa. Y la intención de esta entrada es hacer un listado de todos los finados, de modo que todos aquellos que no hayan leído el primer libro de la campaña del Fin de los Tiempos queden avisados: ¡SPOILERS!

Vamos a ello:

Finubar el navegante, Rey Fénix de los Altos Elfos: Finubar es superado por los acontecimientos, y se encierra en una torre para meditar mientras Ulthuan es invadido. No está muy claro cómo muere, pero el caso es que se elige un nuevo Rey Fénix (Tyrion), y Arkhan confirma la muerte de Finubar más adelante.

Volkmar el Despiadado, Gran Teogonista de la Iglesia de Sigmar: Volkmar se calienta e invade Sylvania, tratando de poner fin a las depravaciiones de Mannfred von Carstein. Es derrotado, capturado y finalmente sacrificado para que su cuerpo sirva de cánope a Nagash.

Aldebrand Ludenhof, Conde elector de Hochland: Hace un gran papel liderando buena parte de los ejércitos imperiales. Finalmente, al descubrir la corrupción de Balthazar Gelt, es asesinado por este y por sus huestes de no muertos.

Louen Leoncoeur, Rey de Bretonia: el soberano de Bretonia sufre un levantamiento de su hijo bastardo (Mallobaude), y muere a manos de este. Un final adecuado para un personaje tan soso.

Morgiana le Fay: capturada por Mannfred von Carstein, el Hada Heechicera es sacrificada en el ritual de resurrección de Nagash.

Tancred II, Duque de Quenelles: No sabemos si es el hijo del legendario Tancred o él mismo, pero muere en la invasión no muerta de Bretonia.

Mallobaude: el hijo rebelde de Leoncoeur muere decapitado a manos del Caballero Verde, que no es otro que Gilles el Bretón, fundador del reino.

Gorfang Rotgut: el antiguo Kaudillo orco, que viene desde la tercera edición, apenas recibe un par de líneas: Thorgrim, Alto Rey enano, presenta la cabeza de Gorfang al Rey Kazador.

El Emperador Karl Franz:¡Esta tiene trampa! Karl Franz es derribado de los cielos por Wallach Harkon, y se le da por muerto, pero realmente el Emperador sobrevive. Veremos qué hace...

Thorek Cejohierro: el Maestro de los Herreros de Karak Azul se sacrifica a síi mismo ccon la esperanza de acabar con Neferata y sus huestes no muertas, y evitar que el Dolmen de Valaya caiga en manos de la vampiresa. Fracasa, pero muere.

Félix Jaegar: El poeta que acompaña a Gotrek no ha muerto... pero en una visión de Mannfred, Gotrek aparece luchando solo, y no hay rastro de Félix...

Gran Vidente Kritslik: La cabeza del Consejo de los Trece fallece cuando la Rata Cornuda se manifiesta a ttravés de él, para decir perogrulladas ("Hijos míos, heredaremos").

Zakarías el Eterno: el anciano vampiro Necrarca es abrasado por Nagash por su arrogancia: se creía el igual del Gran Nigromante, y eso no puede ser...

Wallach Harkon: El vampiro Dragón Sangriento se convierte en uno de los Mortarcas de Nagash, pero finalmente traiciona al Gran Nigromante y se pasa a las huestes del Caos (a las de Khorne, para ser más exactos). Vlad von Carstein se enfrenta a él, y al ver que físicamente no puede con Wallach, controla al dragón zombi que usa el Dragón Sangriento como montura para que derribe y destroce a Wallach.

Heinrich Kemmler: El Señor de Nigromantes se alía con las fuerzas del Caos y traiciona a Arkhan el Negro. Los dos brujos libran un duelo bajo la Maisontaal, y debido a que al documento del que dispongo le faltan algunos fragmentos, no me ha quedado muy claro si Kemmler muere o escapa tras ser vencido por Arkhan. De todos modos, no sería la primera vez (ni la segunda) que Kemmler regresase de la muerte.

Dieter Helsnicht, Señor de la Muerte de Middenheim: El Nigromante se convierte en uno de los Mortarcas de Nagash, y acompaña al Gran Nigromante al Inframundo en su batalla contra Usirian. Allí, la forma física de Dieter es consumida, pero se transforma en un espíritu guardián del Inframundo (o algo parecido...)

Príncipe Apophas: Apophas trata de matar a Nagash, pero el Gran Nigromante lo aplasta sin apenas prestarle atención. Eso sí, parece que Apophas no puede morir del todo, ya que puedes seguir eligiéndolo como opción en la lista de No Muertos.

El Heraldo Nekhap: El guardaespaldas de Settra se colapsa sobre sí mismo cuando Arkhan disipa la magia que lo mantiene animado.

Settra, Rey de Nehekhara: El Khemrikhara se enfrenta a Nagash tras rechazar su oferta de convertirse en uno de sus Mortarcas, así que Nagash lo desmembra y lo arroja a las arenas. Sin embargo, en el epílogo, Settra se recompone, y los Dioses del Caos le hablan.

Eltharion el Sombrío: Eltharion (que, por lo visto, nunca se quedó ciego) fallece por efecto del hechizo La Maldición de los Años lanzado por Arkhan el Negro. Pobrecito...

Belannaer, Señor de los Saberes: El personaje que es el alter ego de Gavin Thorpe fallece en la gran batalla para evitar la resurrección de Nagash, en los Nueve Demonios. Mannfred controla a uno de sus guardaespaldas Maeztro de la Espada, el cual le atiza un espadazo, que hace que Belannaer pierda el control de la energía mágica que estaba usando, la cual le consume.

Crom el Conquistador, Heraldo de Archaón: Crom muere luchando contra Valten, cuando el Ghal Mharaz le abre el pecho.

Rey Kazador de Karak Azul: Kazador se enfrenta a Krell en desafío, y aunque consigue herir de gravedad al tumulario, resulta decapitado por este.

Quizá me haya dejado alguno en el tintero, de modo que agradecería que lo mencionaseis.

Guardián del Honor (capítulo 6, 1/2)

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Capítulo seis (1/2)
Una alianza difícil

IR A CAPÍTULO CINCO / Continuará...


El Gran Salón de Karak Ungor estaba colmado de enanos. Clanes de toda la ciudadela habían sido convocados por su rey a una audiencia con sus invitados élficos venidos desde el otro lado del Gran Océano. Mineros con la cara manchada de hollín de los clanes Cortapiedra, Manopétrea y Guardaoro se sentaron junto con los herreros de los Cejahierro, Espaldayunque y Puñocobre. Exploradores, maestros cerveceros y buscadores de oro y cobre hablaban a gritos con venerables maestros de las runas, maestros del gremio de ingenieros, mercaderes y rompehierros.

Realmente el encuentro de enanos de aquella noche era una de las más reseñables en la larga y prestigiosa historia de Karak Ungor.

La habitación estaba repleta de un montón de enormes mesas y de bajos taburetes de madera ocupados por enanos. Los maestros cerveceros contemplaron el Gran Salón con alabanza, mientras observaban a sus aprendices dispensando cerveza de los enormes barriles que iban trayendo. Nunca se quedaba una jarra seca, ni permanecía vacía mucho tiempo. Unas relucientes antorchas emitían una tenue luz sobre la opulenta escena de enanos que hablaban y bebían, peleaban y presumían. Un espeso halo de humo se mantenía justo sobre las cabezas del jolgorio, una grisácea neblina que se alimentaba de las numerosas pipas que relucían en la penumbra.

En medio de la extensa e impresionante sala había un inmenso pozo de fuego, con brasas que brillaban cálidamente en su interior, llenando el lugar con el embriagador aroma de la roca y la ceniza. Forjada en bronce y decorada con tiras de plata y cobre, la ornamentada vasija fue hundida parcialmente en el suelo y situada en el interior de un anillo de piedras planas con runas inscritas que contenían las llamas del fuego.

los extremos de la cámara tenían una serie de losas de piedra que se fundían con las sombras, donde se sentaban los músicos, escanciadores y otros sirvientes. El Gran Salón tenía tres salidas: dos de ellas estaban situadas en los recibidores al este y al oeste, con dos portones de roble con remates de hierro y dos guardias en cada uno de ellos; la tercera era el gran portón del salón mismo. La inmensa puerta de madera estaba rematada con gemas, y su magnífico arco estaba adornado con oro al que lo seguía una serie de filigranas de plata. La cual era, además, robusta y defendible,  porque los enanos se preocupaban lo mismo por la utilidad de las cosas como por su grandiosidad. El esplendor demostrado en aquel fino festejo en la sala abovedada del rey decía mucho del pragmatismo y la ambición enanas.

Una plataforma de piedra a la cual solo se podía subir por unas escaleras de roca con una alfombra roja, se alzaba en la parte trasera del recibidor y era ahí donde se sentaban el rey y sus consejeros. La Mesa del Rey, como era conocida, era ancha y larga. Ocupaba casi la totalidad de la plataforma de piedra y estaba decorada con Wutroth oscuro con trazos dorados, y sus robustas patas estaban talladas con forma de patas de dragones, grifos y águilas. Pendones y estandartes cubiertos con insignias de antepasados colgaban detrás del rey, sujetos en cadenas de bronce. Juntos describían un tapiz de batallas, hechos heroicos y fundaciones de bodegas, tomadas directamente de las antiguas crónicas de los enanos.

El gran Bagrik estaba presente, observando todo cuanto ocurría bajo su amplia frente. Una túnica roja con oro envolvía su real silueta, bajo la cual llevaba una cota de malla de reluciente plata. En sus antebrazos llevaba abrazados unos brazales de bronce pulido con incrustaciones de tacos de rubí. Anillos con esmeraldas, malaquita y ágata adornaban sus anchos dedos, y de su cuello colgaba un gran talismán labrado en oro con un solo rubí gigante en el centro. Sobre sus hombros y cabeza llevaba una piel curtida de jabalí, de la cual Bagrik tomó su nombre honorífico:  Cejajabalí. Debajo de la piel del animal muerto y bajo los afilados colmillos rematados en plata, se encontraba la corona de Ungor y símbolo del señorío de Bagrik sobre su reino.

A su lado se encontraba la reina, adornada con sus propias galas reales, el mismo atuendo que había usado para saludar a los elfos en los portones de enlace al exterior. Nagrim, su hijo, también estaba sentado en mesa a la derecha de su padre como era costumbre en los herederos aparentes. Lamentablemente, Rugnir estaba con él, más obsceno y estridente que todas las huestes del ejército enano allí reunido. Bagrik observaba con desagrado mientras el burlón y pordiosero minero se burlaba de Tringrom, el cual se encontraba al fondo mordiéndose la lengua mientras Rugnir bebía más cerveza que cualquier otro en la sala. Sospechaba, reacio a confirmarlo, que el wanaz podría estar bebiendo Heganbour, la cerveza del jefe de maestros cerveceros del rey, bajo la mesa.

Junto a la Mesa del Rey se encontraba el Asiento de los Sabios, que estaba ocupado por venerables barbaslargas de la fortaleza, y luego estaban los señores y barones, y después las sacerdotisas de los Ancestros, Grungni, Valaya y Grimnir. La última mesa sobre la plataforma de piedra era la de los Maestros, líderes de los cacareantes gremios enanos. Allí se sentaban los señores de las runas, los maestros de los gremios ingenieros, los principales guardianes de filones y los capitanes de las santas hermandades guerreras, la guardia real y los rompehierros. En el Gran Salón, la proximidad al rey era signo de riqueza, prestigio y respeto. Cuanto más cerca estuviera un enano de la mesa de su señor, más poder poseía. Aquellos eran los más grandiosos de los enanos. No era problema pequeño el que Bagrik permitiera a los elfos sentarse en su mesa. Se trataba del mayor gesto de honor que les podía ofrecer. Esperaba, con amargura, que supieran apreciar el gesto.

El sonido de unos cuernos que resonaron por toda la cámara anunció la llegada de los elfos. Bajo la fulminante evaluación de Bagrik, los clanes reunidos dejaron a un lado los festejos, observando con respetuoso silencio mientras todos los ojos se volvían hacia la entrada del Gran Salón. Las puertas se abrieron fácilmente con el roce de la piedra y el crujir de madera antigua, y por ella entró la delegación élfica de Tor Eorfith. Una pequeña cohorte de enanos con Kandor a la cabeza se pusieron a su altura, seguidos de cerca por Morek y el portaestandarte del rey, Haggar Puñoyunque. Los enanos iban ataviados con relucientes cotas de malla de gromril con casco abierto y resplandecientes rocas en sus barbas. Capas de terciopelo ribeteadas con plata colgaban de sus hombros. Haggar portaba el estandarte del rey, sosteniéndolo con ambas manos, una de carne y hueso, y la otra forjada en bronce con runas de poder grabadas.

El gran estandarte de Karak Ungor estaba decorado con la efigie de Grungni, el dios ancestral de los mineros, con un mazo y un cincel. Bajo este icono dorado se encontraba la estilizada imagen de un dragón rojo, enroscado sobre sí mismo y cosido a la tela del estandarte. Estaba rodeado por una banda trenzada de oro, con las runas reales del clan de Bagrik tejidas en él. El estandarte era una reliquia, tan antiguo como cualquier otra posesión del rey, y era un gran honor portarlo.

Las botas de sus pies resonaron sobre la piedra mientras los enanos se adentraban en la cámara. Los elfos los seguían de cerca, vestidos con ropajes blancos y adornos de plata. A pesar de que aún no se había reunido con ellos cara a cara, Bagrik había escuchado atentamente la descripción que su reina había hecho de ellos, con los ánimos aún helados tras la discusión en la casa de cuentas. Bagrik resolvió intentar hacer las paces con ella más tarde. Por el momento, se debía a sus invitados.

El Príncipe Ithalred se adentró imperiosamente en la cámara, como era costumbre en los elfos. Llevaba una espada colgada de su cinto y una diadema sobre la frente. Un manto azul que parecía relucir con un brillo encantado colgaba desde sus hombros. Mantuvo su mirada al frente con un frío rostro ilegible. Su hermana, la cual le había dicho Brunvilda que se llamaba Arthelas, y Lethralmir de negro pelo permanecían a su lado, con aparente serenidad. El embajador Malbeth, que estaba justo detrás de los enanos, sonrió cálidamente a sus anfitriones, intercambiando gestos de visto bueno de vez en cuando con los miembros de los clanes quienes parecían recordarle desde su anterior visita a la bodega. El musculoso bruto, voluminoso para ser un elfo y que miraba la habitación de un lado a otro con sospechas, era obviamente Korhvale. Parecía incómodo ante la presencia de Bagrik y mantuvo los puños cerrados en señal de amenaza hacia el resto de enanos.

Los elfos parecían moverse lenta y majestuosamente, a pesar de que cruzaron el pasillo alfombrado que conducía hacia la mesa del rey con la máxima celeridad. Eran criaturas extrañas, como velos blancos a la deriva o sombras que apenas podían ser vislumbradas. Era como si estuvieran hechos de aire y de luz, con una voz musical y sin embargo antigua a la vez. Bagrik apenas había tenido trato con los elfos, pero cada uno de ellos fue cincelado en su memoria de piedra.

Junto a los emisarios reales de Tor Eorfith había una hueste de sirvientes, porteadores de ofrendas y los guerreros del príncipe. Mientras Ithalred daba pasos hacia la plataforma de piedra, los sirvientes se detuvieron, colocándose sobre la alfombra del vestíbulo en dos filas. Los guerreros dejaron un espacio entre ellos y la comitiva real, tomando posiciones junto a las mesas sucesivas. Había sido idea de Kandor y Malbeth dividir a los elfos y permitir a los guerreros de las dos razas que se mezclaran los unos a los otros para que se sintieran capaces de hablar libremente los unos con los otros, fuera de la presencia de sus señores feudales.

Kandor, Morek y Haggar se detuvieron ante su rey y le hicieron una profunda reverencia. Bagrik asintió en respuesta, permitiéndoles ocupar sus respectivas posiciones. Los enanos obedecieron diligentemente, Kandor y Morek tomaron sus respectivos lugares en la Mesa del Rey, mientras que Haggar se situó detrás del trono junto con Tringrom y los porteadores del escudo real.

- Noble Rey Bagrik, - dijo Kandor, quien había permanecido de pie. - Os presento al Príncipe Ithalred, de Tor Eorfith. -

- Que así sea, - dijo Bagrik con impaciencia, - y ahora siéntate. Estoy seguro de que el príncipe y sus acompañantes no han venido a quedarse de pie frente a un señor extranjero. ¿Estoy en lo cierto, Príncipe Ithalred? -

La comisura de los labios de Ithalred se torció con lo que podía haber sido una sonrisa, antes de que el elfo asintiera ligeramente y tomara su lugar en la Mesa del Rey. Lo siguió el resto de su séquito, intentando tener cuidado de no sentarse antes que su príncipe se hubiese sentado en su propio asiento.

- Soy el Rey Bagrik Cejajabalí, - declaró Bagrik con orgullo, - y tú y los tuyos sois bienvenidos aquí, elgi. - se percató de que Ithalred torció el labio con disgusto mientras lo miraba, pero decidió ignorarlo por ahora.

Siguiendo la declaración del rey, Kandor y Malbeth realizaron el resto de las introducciones respectivamente. Una vez realizadas las observaciones formales, el resto de los elfos y guerreros del nivel inferior del Gran Salón se fueron sentando. Descendió un silencio incómodo, en contraste a la escena de algarabía que precedía a la llegada de los elfos, y Bagrik dio un fuerte aplauso para romper aquel silencio.

- Contempla, Príncipe Ithalred, - dijo mientras hacía un gesto a un sirviente que portaba un cofre de hierro ornamentado sobre él. - Una muestra de nuestra futura alianza. Bagrik tomó el cofre haciendo que el sirviente se retirase con un simple fruncir de ceño, y lo abrió para revelar un cuerno de oro para beber. El maravilloso artefacto estaba adornado con piedras preciosas, formando la imagen de un dragón rampante con esmeraldas en los ojos.

- Puedes celebrar tus victorias con él, - añadió Bagrik mientras Ithalred lo recibía. El elfo encontró el objeto claramente pesado,  y rápidamente lo entregó a Malbeth para que lo pusiera a recaudo.

- El cofre va con ello, - explicó el rey de una manera un tanto curiosa.

Ithalred asintió, como si hubiese sido consciente de ello, y tomó el cofre para pasárselo también a Malrbeth.

- Y aquí, - continuó el rey, mientras se aproximaba otro sirviente enano. - Una cota de las más finas mallas de gromril. -  Bagrik le mostró la prenda, la cual brillaba a la luz de las antorchas. Una cadena de plata que daba vueltas sobre la capa con bronce bruñido forjado con los rostros de ancestros enanos.

Esto, también, fue tomado por el príncipe como si en realidad no supiera qué hacer con ella y rápidamente puso el manto en disposición de Malbeth, quien había llamado a que lo atendieran dos sirvientes para que se ocuparan de los regalos y que así el príncipe pudiera inspeccionarlos más adelante.

- Me honras, Rey Bagrik, - dijo Ithalred en respuesta con una sinceridad poco convincente. - Con estas finas... ofrendas, - añadió. - Permítame devolverle el favor. - Se giró e hizo un gesto a los porteadores de ofrendas para que avanzasen hacia él.

- Este arco, - comenzó el príncipe mientras los porteadores de ofrendas avanzaban a su lado de paso en paso, - fue tallado con madera extraída de los bosques de Eatanie, y su cuerda trenzada con el pelo de damas élficas. -

Bagrik tomó el arma en cuanto se le ofreció. Era algo más pequeño que un arco largo élfico convencional y obviamente de fina manufactura, pero Bagrik lo sostuvo con delicadeza entre sus gruesos dedos, con una expresión en su rostro que reflejaba el temor de que fuera a romperse en cualquier momento. Tras un momento tiró de la cuerda para horror de Ithalred, y sonrió.

- Hace un sonido curioso este instrumento, - dijo Bagrik. - ¿Es un arma, decís? - preguntó.

- Una de las mejores jamás hecha a mano en los Reinos Exteriores de Ulthuan, - respindió el príncipe, palideciendo de incredulidad.

Bagrik se encogió de hombros mientras pasaba el regalo a uno de sus sirvientes.

- Especias, - dijo el príncipe apresuradamente, señalando un trio de inmensas urnas de plata que eran llevadas por más sirvientes, - de más allá de estas costas. -

Bagrik miró una a una las urnas con suspicacia, antes de lamerse el dedo y hundirlo en una de ellas. El tono el la piel de Ithalred saltó de un blanquecino pálido a un encendido carmesí mientras observaba a Bagrik remover el dedo ensalivado en la urna.

Malbeth, percatándose de la inminente apoplejía de su príncipe, intercedió rápidamente en nombre de Ithalred.

- Las especias, noble rey, son particularmente aromáticas. ¿Tal vez, - se aventuró a decir, - quisiera intentar apreciar su olor primero? -

Bagrik miró al embajador, y le replicó un gruñido casi inaudible mientras sacaba su puño de la urna que había escogido,  con fragmentos de las especias pegadas a su piel, y lo olió profundamente. La expresión de Bagrik pasó del desinterés al disgusto en un instante, con su nariz y frente arrugados ante los embriagadores olores de las especias.

- Picante, - remarcó con una arruga en su ceño. - Destinado a cocinar, si, - añadió mientras introducía el dedo en su boca y chupaba los restos pegados. Bagrik chasqueó los labios y movió la lengua,  y fue cuando sus cejas se arquearon hacia arriba cuando experimentó su sabor. Entonces su rostro se enrojeció y una tos repentina comenzó a sacudir su cuerpo. Bagrik dio un puñetazo sobre la mesa, tirando jarras y copas por terminar, mientras intentaba dominar su ataque de tos.

- ¡El rey ha sido envenenado! - gritó Morek mientras saltaba de su asiento, con su hacha en la mano. La guardia real del trono se pusieron tras él en un instante, al igual que Haggar. Un sentimiento de conmoción colmó el Gran Salón ante la pronunciación del capitán de la guardia real. Voces furiosas se alzaron mientras los elfos y los enanos se gritaban los unos a los otros en sus lenguas nativas.

El Príncipe Ithalred se quedó inmóvil en un enfurecido silencio, mientras Malbeth y Kandor intentaban calmar la situación desesperadamente, a pesar de que sus actos solo parecían inflamar aún más los ánimos de las razas enfrentadas. Korhvale se puso de pies en el acto, interponiéndose entre su príncipe y el hacha que blandía Morek. Lethralmir y Arthelas simplemente se rieron ante el absurdo de todo el asunto,  frente a elfos y enanos en la inmensa cámara repentinamente enfrentados.

- ¡Morek! - dijo una severa voz que se alzaba sobre el clamor. - Baja el arma y vuelve a ocupar tu puesto detrás del rey. - Brunvilda fulminó al guardián real con la mirada, que detuvo sus pasos por la furia de la reina. - ¡Hazlo de una vez! - ordenó.

Morek obedeció, relajando su hacha y retirándose hacia el trono. Los otros enanos lo siguieron, con rostros enrojecidos ante la furia de la reina. La apasionada disputa se detuvo, y todos los ojos se posaron sobre el rey enano, que se recuperaba lentamente de su ataque de tos.

La reina Brunvilda se situó con rapidez al lado de su marido.

- Estoy bien, mi reina, - dijo mientras ella le frotaba la espalda.

Ella estaba preocupada, pero seguía conteniendo ira al comienzo de las palabras que dirigió a la fiesta.

Bagrik desvió la mirada mientras regresaba a su asiento. ---mirando hacia Ithalred, el rey sonrió.

- Tus especias tienen un poderoso sabor, elgi... -

Hubo un momento cargado de silencio, antes de que el rey sonriera con amplitud y comenzase a reír en alto. Al principio, los elfos parecían sorprendidos pero otros enanos se sumaron a la reacción relajada del rey y todos pudieron relajarse. Malbeth rió de buena gana, animando a sus parientes a hacer lo mismo, a pesar de que era una alegría teñida de alivio con el fin de evitar otro posible desastre. Tan solo a Ithalred no le hizo gracia. aunque su agitación parecía haberse evaporado por el momento.

- Tal vez sería conveniente, - comenzó a anunciar el rey, - que dejásemos la entrega de regalos para más adelante. Pues sospecho que la gente del salón está hambrienta, - añadió, apretando su puño. - ¿Estoy en lo cierto? -

Una alegría brotó de entre la multitud de enanos, mientras que los elfos parecían alarmados. Korhvale, que había retomado su asiento previamente estaba de nuevo casi sobre sus pies como si temiera otro ataque. Malvez sintió una breve aunque intensa palabra susurrada al oído antes de que el León Blanco se relajara, pero incluso entonces era cauteloso.

- ¡Que comience el festín! - clamó el rey, a lo que lo respondió los gritos de su gente.

Los dos portales laterales de la bodega se abrieron de par en par y los sirvientes enanos comenzaron a entrar portando bandejas de metal con carne de res en su hueso, enormes pedazos de carne de cabra braseada, patas de cordero y gruesas piezas de jamón horneado en su jugo. Las suculentas carnes ahumaban mientras iban desfilando por la cámara, los sirvientes que habían entrado antes se dirigieron a la Mesa del Rey, seguidos por los que estaban sentados más cerca, hasta que llegaron a las mesas en la parte inferior del Gran Salón. Un par de enanos siguió a la comitiva inicial de cocineros, y que llevaban entre ambos un jabalí pardo sobre sus hombros. Se trataba de una bestia inmensa, aunque palidecía en comparación a la piel que Bagrik llevaba sobre los hombros. Los enanos llevaron la bestia hacia el pozo central del cual salía calor donde sería cocinado lentamente a medida que era trinchado por los cocineros. Varios enanos que portaban cestos con tierra y pan de piedra siguieron a los que trajeron el jabalí, junto con otros cuatro sirvientes que transportaban un enorme caldero de hierro con un sustancioso caldo que aún burbujeaba en su interior. Dicho caldero también fue transportado hacia el pozo de fuego en una inmensa estructura de metal, el cual era lo suficientemente grande como para acomodar ambas comidas.

Los aprendices de los maestros cerveceros trabajaban junto con los sirvientes, rellenando jarras y vasos y trayendo más cascos frescos de los almacenes de cerveza de la fortaleza. A pesar de que los elfos habían traído vino de sus viñedos de Ellyrion, Eataine e Yvresse, se les animó a probar algunas de las cervezas más suaves que les ofrecían los enanos.

- Aquí tenemos, - dijo el rey, mientras rellenaba para Ithalred una copa con el contenido de uno de los barriletes que le habían traído los maestros cerveceros, - Lengua de Oropel. Es ligera y está aromatizada con mieles, lo suficientemente delicada incluso para su fino paladar me atrevería a decir, querido príncipe. -

Ithalred posó a un lado su copa de vino a regañadientes, recién rellenada por uno de sus siervos, y tomó el vaso que le ofrecía Bagrik.

- Malbeth, - dijo con sequedad, pasando la copa a su embajador e ignorando la expresión de ofensa que surgía en el rostro del rey enano.

Malbeth se inclinó ante su anfitrión, seguido del príncipe antes de degustar el contenido de la copa.

- Bah, ¡esa no es forma de beber cerveza! - dijo una voz que surgió del fondo de la mesa. Se trataba de Rugnir, con sus mejillas ya enrojecidas debido a la ingesta de alcohol. ¡Vuelca la copa, damisela! - bramó.

Bagrik simplemente se inclinó mostrando su acuerdo y observó.

El elfo asintió, sonriendo con nerviosismo mientras bebía. Bebió la cerveza a grandes tragos, y Malbeth abrió los ojos de par en par mientras se le saltaban las lágrimas.

- Potente... - dijo con escozor en la voz.

- Eso es, elgi, - dijo el rey con el rabillo del ojo posado ferozmente sobre Ithalred. - Así es como los enanos bebemos nuestra cerveza. -

El príncipe elfo parecía indiferente y despreocupado mientras sorbía su vino. Bagrik pensó que ésta iba a ser una noche tristemente larga.
Con la introducción de la carne, el Gran Salón se llenó de un fuerte olor que llenaba el paladar. Aunque los elfos encontraron de mal gusto la idea de comer con las manos y los enanos se chupaban la grasa de los dedos alegremente y se les caía el caldo en la barba, la comida en si misma fue bien recibida. Copiosas cantidades de cerveza y vino comenzaron a caldear el ambiente y no pasó mucho tiempo antes de que ambas razas comenzaran a hablar, preguntando y relatando sobre sus costumbres o hábitos. Surgieron pequeños focos de conversación en el Gran Salón, mientras elfos y enanos comenzaban a debatir en pequeños grupos. La Mesa del Rey no era una excepción.

- En efecto, estamos preocupados por los pieles verdes en esta zona. No hay fortificación en Karaz Ankor que no lo esté, - explicaba Bagrik con tono sombrío. - Son alimañas que crecen en número a cada año que pasa... -

- Más habrá entonces para que cacemos, ¿eh, padre? - resaltó Nagrim con buen ánimo.

Mientras comían y bebían, Bagrik comenzó a relatarle a Ithalred la historia de la fortaleza y del largo y orgulloso legado de Ungor. Por su parte, El príncipe elfo apenas dijo palabra mientras escuchaba atentamente, apenas haciendo mención a una partida de pieles verdes a la cual masacraron sus guerreros en las montañas durante su viaje hacia la fortaleza. Bagrik respondió con alegría ante la noticia, pero entonces su actitud se volvió más amarga al recordar las usurpaciones que había sufrido el pueblo enano a manos de los orcos y los goblins.

- Así es, muchacho, - dijo Bagrik, que había recuperado repentinamente su estado de ánimo, alzando su brazo sobre los hombros de su hijo y dándole un fuerte apretón.

Ithalred los miró perplejo, como si no entendiera el sifnificado de aquel gesto.

- ¿Entonces, matáis a las bestias por deporte? - se atrevió a preguntar el príncipe.

- En efecto, lo hace, - dijo Bagrik en nombre de su hijo. - De hecho, esta misma tarde mi muchacho ha superado mi propia marca, ¡antes de cumplir setenta inviernos! Una buena hazaña, ¿eh? - exclamó el rey, volviéndose para escuchar las aclamaciones de los otros enanos.

La Reina Brunvilda asintió con cortesía, con una amplia sonrisa reservada para su hijo a pesar de que sus ojos transmitían un pequeño sentimiento de tristeza. Había estado atendiendo las palabras de su marido con obediencia, pero tenía un habla extraño. Su mente estaba en otra parte. Amaba a Nagrim, y él era digno de sus alabanzas, pero cada vez que Bagrik ensalzaba las virtudes de su hijo, ella no podía dejar de pensar en el otro, el que carece del amor y la devoción de su padre.

Insatisfecho con la silenciosa respuesta de su reina, Bagrik miró al capitán de su guardia real, cuya severa mirada estaba fija en el exuberante Rugnir, que le estaba enseñando a unos elfos lo fácil que era beberse dos jarras de cerveza de un trago y sin derramar ni una sola gota. Para su sorpresa, el wanaz realizó dicha proeza con aplomo.

- ¿Eh, Morek? - solicitó el rey.

- En efecto, mi rey. Nadie en la historia de Karak Ungor había matado tantos. Dudo que nadie lo supere, aunque sería feliz de tener a otros mil que fuesen capaces de tanto. Los pieles verdes campan por las montañas como si fueran hormigas, - dijo.

- Así es, - confirmó Bagrik, un tanto cabizbajo mientras soltaba a Nagrim de su abrazo. La adusta respuesta de Morek no era precisamente la afirmación que estaba buscando.

- Y pretendo seguir aumentando la marca, - le dijo Nagrim al príncipe, hinchando el pecho con orgullo bajo su túnica de color rojo y dorado,  la cual era un reflejo de la que llevaba su padre. - Al buen Brondrik, el mejor y más venerable guardabosques de la fortaleza le ha sido ofrecido liderar otra partida de caza en las montañas después del invierno. Las minas del norte de la fortaleza están siempre plagadas. Ese día te traeré más cabezas de grobi envueltas en mi manto, te lo prometo, - dijo el príncipe enano, con los ojos en alto como si tratara de atisbar la gloria.

- ¿Guardáis las cabezas de esas criaturas como trofeo? - preguntó Ithalred con ligero disgusto.

- O sus dientes, orejas, narices... - respondió Nagrim. - También las cabezas, si es que puedes llevarlas todas, - añadió con entusiasmo.

- Si los pieles verdes son tan numerosos, ¿no os preocupa que os sobrepasen? -
- ¡Bah! - espetó Bagrik. - Son criaturas muy simples y de pocas luces. ¿Qué tiene que temer de ellos el heredero de Ungor? - dijo mientras lanzaba una palmada en la espalda de su hijo con una amplia sonrisa.

- ¿Y qué hay de ti, Príncipe Ithalred? - preguntó Bagrik. - ¿Cazáis en vuestras tierras nativas? -

- Sí, - murmuró el elfo con un tono oscuro. - Yo cazo, aunque en los últimos tiempos el número no ha sido de mi agrado. - Ithalred miro al vacío, perdido en algún oscuro recuerdo.

Había llegado a los enanos la noticia de la guerra civil en Ulthuan meses antes de tocar tierra de los elfos y de la colonización de Tor Eorfith, y de la traición de aquel al que ellos conocían como Malekith. Ocurría que él fue el primero en quebrantar la paz entre los elfos y los enanos. Fue Malekith quien había entablado amistad con Snorri Barbablanca, el primero de los Altos Reyes de Karaz-a-Karak, Capital de Karaz Ankor. Sí, los enanos conocían a Malekith. Los elfos tenían un nombre diferente para referirse a él ahora.

- En mi juventud, yo cazaba venados, ciervos e incluso faisanes en los bosques de Eataine, - explicó Ithalred en un raro momento de sinceridad. - Aquellos días se acabaron. -

Hubo un silencio incómodo, como si una oscura nube de tormenta ocupara aquella parte de la Mesa del Rey, mientras el resto de elfos y enanos seguían conversando con normalidad.

- Ahora estás entre aliados, Príncipe Ithalred, - le dijo Bagrik, entristecido por la melancolía del elfo, pero a la vez complacido de ver que ambos comprendían la amargura que compartían, aunque fuese por diferentes causas.

- Por supuesto, - respondió el príncipe, haciendo que su expresión taciturna desapareciera bajo su rostro.

La repentina incomodidad fue rota por el jefe de sirvientes y catador real, Magrinson, que se acercaba a la mesa. Le acompañaban dos aprendices, quienes llevaban una bandeja de plata con la cabeza del enorme jabalí, nadando en un jugo oscuro con su propia sangre.

- Mi señor, - comenzó Magrinson, con una voz seca y ronca como la arena. - La cabeza del jabalí. -

El jefe de sirvientes hizo avanzar a sus aprendices, quienes situaron la bandeja ante su rey. Era costumbre en Karak Ungor que la cabeza del jabalí estuviera reservada para el señor de la fortaleza, cocinada en su propio jugo hasta que estuviese tan suculenta como sabrosa.

- Una buena bestia, - dijo Bagrik, asintiendo con gratitud a Magrinson, quien le devolvió al rey una sentida reverencia y abandonó la Mesa del Rey junto con sus aprendices. - ¿Qué decís, Príncipe Ithalred, hay bestias tan buenas en vuestros bosques? -

El elfo miró atónito la humeante cabeza de jabalí, con la brusca mirada del animal puesta expectante sobre el príncipe. Apartó la mirada, pero se encontró con las pieles que llevaba el rey sobre sus hombros.

- Sí, este también me lo comí, - le dijo el rey enano, reparando en la forma en que Ithalred observaba su capa. - Apenas me había salido la barba cuando me lo encontré en las profundas cuevas al este de las Aguas Negras, - explicó Bagrik. - Entonces era invierno, también, y la nieve era horrible aquel año. Estaba atrapado, incapaz de encontrar el camino de regreso a la fortaleza pues mis huellas habían sido borradas por la nieve. Así que busqué refugio en una cueva. Solo que ya estaba ocupada; ya veis por quién. - Bagrik bajó la capucha hecha con la cabeza del jabalí a modo de reverencia. - Era una bestia feroz, y no se tomó muy bien que me metiera en su guarida. Peleamos, y me clavó sus colmillos por delante. Pero lo abatí. La carne de su cuerpo me sostuvo y su piel me mantuvo caliente hasta que fui encontrado por los exploradores de mi padre. Pensé que no saldría de aquella con vida. La herida que me hizo aquel día ha hecho que mi caminar sea doloroso desde entonces. -

- Sí, - dijo Ithalred, que no pareció conmovido en absoluto por la historia. - Tu reina nos explicó que era el motivo de tu ausencia a nuestra llegada. - Hubo un tono de reproche en las palabras del elfo, y Bagrik lo sintió profundamente.

- Tal vez, - se aventuró el rey, - serías más condescendiente si tú también fueses poseedor de una herida semejante, elfo. -

- No estoy seguro de comprender el significado, enano, - respondió Ithalred.

Kandor, que había interrumpido su conversación al oír de lo que el rey y el príncipe elfo estaban hablando, dirigió apresuradamente su atención a intentar sofocar sus beligerantes ánimos.

- ¿Ha admirado usted la línea de reyes? - preguntó con la voz un poco demasiado alta.

Malbeth, quien no hacía otra cosa que intentar comprender la estratagema de su compañero diplomático, miró por la habitación con fingido interés.

Se giró en torno a la gran variedad que había en el Gran Salón; echados en austero alivio, con los puntiagudos dedos de las luces del fuego reluciendo sobre ellos, estaban las estatuas de los clanes reales de Karak Ungor.

- Sí, son asombrosos, - respondió el elfo con genuina humildad, en lo que se refiere a las estatuas. - ¿Han sido esculpidos en la roca de la montaña? -

- Así es, - dijo el rey. - Son para la eternidad, para que todos lleguen a conocer nuestro orgulloso linaje. -

Aliviado de haber evitado otro desastre, Kandor remarcó una de las estatuas, que reposaba sobre una larga y polvorienta alcoba. - Ese es el Rey Norkragg Corazón de Fuego, - dijo, echando una mirada rápida hacia su rey para asegurarse de que estuviese conforme con que prosiguiera. - Norkragg fue un rey de la edad antigua, uno de los primeros de Ungor, - continuó. - Está escrito en el Libro de los Registros, que Norkragg era minero de corazón, e incluso pospuso sus deberes reales para dedicarse a su vocación, un hecho que le dejó sin reina ni heredero. En su ocupación, Norkragg extrajo más carbón de la roca para las forjas subterráneas que ningún otro desde entonces. -

- Un grande y noble señor era Norkragg. Tenía mucho respeto por las tradiciones de nosotros, los dawi, - añadió Bagrik, mirando significativamente a Ithalred, con intención de entendiera esa parte de la lección en especial.

- Y ese de ahí, - dijo Malbeth rápidamente antes de que el príncipe elfo pudiera responder, haciendo un gesto hacia la siguiente estatua. - ¿Cuál es su marca? -

- Ah, - dijo Kandor, miraba con respeto a la figura de hombros encorvados del señor feudal junto a Norgrakk. - El Rey Ralnuf Cejaprofunda, y a su derecha, la Reina Helgi. -

Malbeth contempló la temible figura de la mujer enana cuando dirigió su vista hacia donde señalaba Kandor.

- Es... formidable, - dijo escogiendo con cautela sus palabras.

Kandor continuó.

- Se rumoreaba en los círculos ceremoniosos que Ranulf tuvo que esperar cincuenta años tras su propuesta inicial de matrimonio antes de que pudieran casarse. Veréis, de acuerdo con las leyes de los enanos, un pretendiente debe cortarse la barba lo suficiente como para poder anudar dos veces la cintura de su prometida antes de que el matrimonio sea legal. Y Helgi era una poderosa mujer. -

- También se dice, - puntualizó Rugnir, - ¡que era de un paladar tan poco taimado que llevó al pobre viejo Ranulf al borde de la bancarrota durante el banquete nupcial! -

El ex-minero rió a gritos, al cual se le unió Nagrim. Incluso el Rey Bagrik esbozó una sonrisa.

- Cierto, Rugnir, - dijo la severa voz de Morek, quien había estado escuchando todas las conversaciones alrededor de la Mesa del Rey, - pero menuda reina que tenía Ranulf. Cualquier esposa que pudieras conseguir por ti mismo sería tan delgada como una niña abandonada de esos elgi; así de malgastada está tu fortuna, - añadió.

Kandor se frustró ante la observación del capitán de la guardia real, con la esperanza en mente de que los elfos no se lo tomaran como una ofensa hacia ellos. Aunque así hubiera sido, no hubieran tenido oportunidad de pronunciar palabra mientras Morek continuaba su diatriba.

- Kraggin se perderá en el limbo ante el Portón de Gazul a causa de tu derroche. No hay destino para alguien como él; ninguno en absoluto. -

La mesa al completo cayó abruptamente en silencio ante el arrebato de Morek. Incluso el humor de borrachera de Rugnir se vino abajo cuando Morek mencionó el nombre de su padre.

- ¿Cómo es esto así? - preguntó Lethralmir, que tomaba a sorbos el vino de su copa con apatía antes percatarse de la aparente discordia y viendo en ella la oportunidad de explotarla. - Seguramente, este buen... individuo no puede ser responsable del destino de su padre. ¿No hizo él acaso su propio destino? -

El rostro de Morek se sonrojó mientras apretaba los dientes. Malbeth intercedió rápidamente cuando se dio cuenta de lo que el elfo de melena de cuervo estaba intentando hacer.

- Creo que lo que mi camarada quiere decir, - comenzó el embajador, - es que estamos poco familiarizados con las creencias enanas. Por ejemplo, ¿qué es ese portón del que habéis hablado? ¿Puedo aventurarme a decir que no se trata de un portal al uso, como lo es la entrada a esta gran cámara? -

- No, - dijo Morek mientras observaba con mirada penetrante hacia Lethralmir, antes de dirigir su atención hacia Malbeth. - El Portón de Gazul impide el paso de las almas de los enanos al Salón de los Ancestros, - explicó. - Cada enano debe afrontar esos portales y hacer balance de sus actos ante el mismo Gazul. Incluso si demuestra ser de confianza, y entra en los Salones, no hay garantías de permanecer allí. Los actos de sus descendientes pueden poner en peligro su lugar en la mesa de Grungni. Lo mismo les sucede a algunos, - dijo Morek, mirando de reojo con enfurecimiento hacia Rugnir, donde sus ancestros vagarán perdidos hasta que hayan enmendado su deshonrosa conducta. -

- Seguramente. Sin embargo, si este enano está sufriendo en el purgatorio, ¿no debe haberlo provocado por si mismo? - Lethralmir le lanzó un guiño prácticamente inapreciable a Arthelas, quien disfrutaba del espectáculo sentada a su lado.

- Kraggin era honorable y bueno, - afirmó Morek apasionadamente, ¡Como te atreves a mancillar su nombre! -

- Pr favor, por favor, - dijo Malbeth. - Lethralmir no tenía intención de ofender, estoy seguro. ¿No es así? - añadió mirando al elfo de pelo oscuro, quien le devolvió la mirada con aspecto de indiferencia.

- No, por supuesto que no. Nunca mancillaría a un enano, - respondió al fin.

El rostro de Morek se ensombreció y dio un leve giro hacia Bagrik, quien estaba igualmente impresionado.

- Mi señor, me temo que debo abandonar la Mesa del Rey para atender mis múltiples tareas, - dijo el capitán de la guardia real.

Bagrik estaba serio mientras atendía a los elfos. Parecía que la esperanza que tenía en que sus invitados compartieran el honor de estar en su mesa iba disminuyendo. Suspiró profundamente, dominando su irritación. Bagrik conocía el punto de vista del capitán de su guardia real; no era muy distinto del suyo, pero no tenía ganas de avivar el fuego del desagrado que le producían los elfos a Morek. Había prometido a Brunvilda que lo intentaría, e hizo un compromiso similar con Kandor. Y como rey de la fortaleza, mantendría su palabra. Aun estando Morek de tan mal humor, no tenía más remedio que permitir que lo abandonara.

- Concedido, - dijo finalmente el rey.

Morek se inclinó rápidamente, lanzando una oscura mirada en dirección a Lethralmir antes de abandonar el Gran Salón.

(Continuará con la segunda parte del capítulo)

Guerra en color: ¡Perros del Caos!

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Llevaba una temporada pintando tiránidos, y cuando el Niño Borracho, Ragnor y yo decidimos reanudar nuestras sesiones nocturnas de pintura, pensé en sacar alguna miniatura diferente, algo que no fuese morado y azul...

¡Y me decidí por una docena de mastines del Caos! Los pobres llevaban más de un año con una capa base de Carne muerta de Vallejo, y ya que son unas miniaturas tan horrendas, languidecían en mi maletín sin terminar de pintar. De modo que me armé de pinceles y pinturas de colores estrambóticos y me puse a pintar. Y este es el resultado:





¿Qué os parecen?

Mapeando el Viejo Mundo: Albión y Norsca

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Continúo realizando una recopilación de mapas del Viejo Mundo para que todos aquellos que jugamos a Warhammer Fantasy Roleplay podamos tener una referencia de aquellas tierras en la que se encuentren nuestros personajes. En esta ocasión me he decidido a entregaros los mapas de las regiones al norte del Imperio.

Por cierto, no esperéis nunca encontrar un mapa de los desiertos del Caos. La ¿naturaleza? de esas regiones hace que la geografía se encuentre en constante cambio. Si en alguna ocasión vuestros personajes se aventuran a entrar (o son llevados) a esa región, sabed que la voluntad y los deseos son más útiles que cualquier brújula.





Guerra en Color: Lata de alcantalilla

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Hoy hemos andado un poco ocupados y no nos ha dado tiempo a publicar antes, pero eso no es excusa para cumplir con la labor. Desde que Bairrin comenzara a animarnos a darle candela a los pinceles siempre lo había mirado desde la perspectiva de los juegos de batallas grandes puesto que es mayormente a lo que juego, si exceptuamos las malditas Magic.


También ha pasado mucho tiempo desde que jugara la última partida de Rol, pero con la vuelta de Yibrael la cosa ha cambiado. Siempre que hemos jugado a rol tuvimos la intención de jugar con unas miniaturas que reflejasen lo mejor posible a nuestros personajes sobre el tablero -cosa que no siempre era posible-, pero esta vez la cosa ha cambiado. Tenía la miniatura ideal, y sentía que tenía que pintarla para la ocasión. Este es mi personaje: Tai' Long, del Clan Eshin y procedente de las lejanas tierras de Catai.


Debido a dificultades técnicas que no vienen al caso no le saqué más fotos en ese momento, y como podéis ver la tinta aún húmeda cuando tomé la foto, pero realmente está terminada. Y en efecto, esta se trata de una partida de rol en la cual interpretamos villanos del mundo de Warhammer. Tampoco quiero desvelar más al respecto, pues cabe la posibilidad de que en un futuro el mismo Yibrael quiera hablar de ella como lo hizo con la Gran Conjunción de Ravenloft. Me limitaré a decir que se trata de un sigiloso y negro aprendiz de asesino, elegido por la mismísima Rata Cornuda, la más benevolente y despiadada de las ratas, para realizar una sagrada búsqueda y orinar sobre sus "compañeros" por el camino. Ya ha conseguido esto último, así que tengo un buen presentimiento sobre el futuro del personaje. xD

Y para demostrar que no he tomado la foto de ningún otro lado, helo ahí junto con la miniatura de Zhulgin el de loz frazkoz y el resto de sus compañeros.

"Si tu sabel-sabel lo que convenelte, apalta-fuela de mi camino, ¿sí-si?" xD

Mañana...

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Mañana, habrá un avance en 40K Revolution. Un nuevo Codex verá la luz... ¿Los reconocéis...?

40K Revolution: Codex Mil Hijos

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¡Lo prometido es deuda! Ragnor y yo hemos retomado el proyecto de 40K Revolution tras un verano muy ajetreado. Y ha llegado la hora del Caos.

Ahzek Ahriman, el Hijo Pródigo, Bibliotecario Jefe de los
Mil Hijos y Magister Templi Corvidae


Cuando nos pusimos con las fuerzas del Caos, pensamos que realmente hay mucha diferencia en el modo de luchar de unas Legiones u otras. Aunque hay algunos elementos comunes, no nos gustaba la idea de los Marines del Caos como un ejército-pastiche en el que los Devoradores de Mundos, los Amos de la Noche y los Corsarios Rojos se juntaban para ir de fiesta (fiesta del Caos, claro, con sangre y sacrificios y demonios por todos lados, todos sacando la lengua y con cuernos). Y, aunque iba a llevar mucho trabajo, decidimos que cada una de las Legiones Traidoras merecía un Codex que reflejase la particular idiosincrasia de esa Legión. Por supuesto, los Renegados tendrían su propio Codex, ya que su armamento y opciones difieren muchísimo del de las Legiones Traidoras de 10.000 años antes. Y los Demonios, por supuesto. Los Demonios, y el Culto al Caos tendrían su propio Codex.

Hathor Maat, Magister Templi Pavoni


Y este va a ser el primero, el Codex dedicado a los Mil Hijos. ¿Que por qué este es el primero? Bueno, en primer lugar, porque tengo un ejército de Mil Hijos que nos viene muy bien para el playtesting, y en segundo lugar, porque lo terminé antes xD Probablemente en una semana os presente un nuevo Codex, dedicado a los Hijos del Emperador.

¿Y qué hemos hecho con los Mil Hijos? En primer lugar, hemos planteado que lo que queda de la Legión hace uso de los servicios de Fabius Bilis para crear nuevos marines (la semilla genética de los Mil Hijos se conserva en los hechiceros). Estos marines (neófitos) tienen, por supuesto, el clásico problema de los Mil Hijos de las mutaciones descontroladas, lo que nos permitió abrir la puerta a un tipo de tropa que los Mil Hijos utilizarán extensamente: los poseídos.

Indra Malkhor, Oráculo del Cambio


Hemos creado algunas unidades nuevas, como los Cazadores Disformes (marines sobre aulladores), que recuerdan a una versión demoníaca de los discos gravíticos que utilizaban los Mil Hijos en la Herejía, o los Manípulos de catafractos de combate controlados psíquicamente (como los que maneja Khalophis en la novela de los Mil Hijos). También hemos creado el Dreadnought Liche: un hechicero internado en un sarcófago repleto de crisales de resonancia psíquica que le permiten seguir usando sus poderes psíquicos desde el interior de su cuerpo mecánico.

Hermano-Capitán Karslen, el Condenado


Y también hemos incluido cinco nuevos personajes especiales (aparte de Ahriman), cuatro de ellos sacados de la historia de la Legión, y uno de ellos completamente nuevo (idea de Ragnor). Tres de ellos estaban en la foto de la entrada de ayer. Los tenéis con sus nombres en las fotos que acompañan a esta entrada.

Sin más, os dejo con el Codex de los Mil Hijos para que lo descarguéis de Mediafire. ¡Disfrutadlo!

DESCARGAR CODEX MIL HIJOS


El Caos en el Fin de los Tiempos

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Hoy quería comentar algunos rumores que circulan por la red sobre el Fin de los Tiempos. Ya se dijo que el libro de Nagash era sólo el primero de una serie de 3 (o quizá 4) libros de campaña. Y parece que el segundo libro (que saldrá el mes que viene) tratará acerca del Caos.

Se decía que el segundo libro iba a llevar el nombre del Rey Brujo de los druchii (Malekith), pero por los rumores que corren, quizá lleve otro nombre, ya que las novedades apuntan hacia el Caos, y no los elfos oscuros.



¿Y cuáles son esas novedades? Pues por lo que se rumorea, la primera de ellas será un kit dual para poder montar a Galrauch o a Egrimm van Horstmann sobre Baudross. ¡Van Horstmann! ¡El Supremo Magistrado y Señor de la Cábala regresa a los campos de batalla sobre su dragón bicéfalo! Parece que los otros aspirantes a Elegidos de Tzeentch no lo hicieron muy bien (Melek y Vilitch), y tiene que regresar Egrimm para poner las cosas en orden (o en desorden...).

Y si Tzeentch tiene a su nuevo-antiguo paladín como Elegido suyo y señor de sus huestes, los otros tres dioses del Caos no van a ser menos. ¡Proveniente de los desiertos del Norte, con miles de años de experiencia a sus espaldas y un curriculum que comienza con engaños a un Príncipe Demonio de Slaanesh, y al mando de su hueste, los Atormentadores, llega Dechala la Renegada!



En nombre del Padre de la Peste, portando su gigantesco mayal, el no muerto del Caos más famoso (si exceptuamos a Krell, que se pasó al bando de Nagash), seguido por sus bárbaros de la Tribu del Cuervo, se ha levantado de nuevo de su trono de piedra, alzado por los vientos de la plaga, para castigar a los seres vivos por no entregar sus almas a Nurgle. ¡Valnir el Segador, Castigo de Nurgle!



Y por último, pero no por ello menos importante, el guerrero que encabezó el asalto a Praag hace más de 200 años y consiguió superar sus murallas, el mayor asesino que ha visto nunca el Viejo Mundo, montado sobre un monstruoso can demoníaco y con un 99,99% de posibilidades de regresar con Golpe Letal Heroico... ¡Arbaal el Invencible, Destructor de Khorne!



Estos rumores me producen sentimientos encontrados. Esperemos a ver qué hacen con estos clásicos del Caos...

Internet destruye infancias: Saint Seiya

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Recientemente he visto que se ha estrenado una película de animación por ordenador de otra de esas series que de un modo u otro marcaron mi infancia, al igual que la de multitud de chavales de mi generación. De modo que aprovechando la situación voy a volver a sacar todo el sarcasmo del cual suelo hacer gala para hablaros de estos masoquistas irredentos; los Caballeros del Zodíaco. El argumento de la susodicha serie se reduce a una palabra; hostias. Hostias y más hostias. Habrá quien se ofenda por mencionar el cuerpo de Cristo, pero no se puede esperar que alguien vea una este tipo de serie sin llamar a las cosas por su nombre. Vale, perdón, animé shonen. ;P


La historia comienza con Mitsumasa Kido, un viejo pervertido que se dedicó en sus años dorados a tener un centenar de hijos por el mundo en tan solo tres años (no he dicho un centenar por azar, el viejete era un fenómeno) que, tras quedar huérfanos de padre, fueron separados del resto de sus familiares y enviados a pasar aún más hambre y penalidades si cabe a varias de las regiones más inhóspitas de la tierra con el objetivo de prepararse para ser dignos guardaespaldas de una chica a la cual no han visto en su vida. De la susodicha muchacha se comenta que es en realidad la reencarnación de la diosa Atenea, aunque a lo largo de toda la serie lo único que se la ve hacer son trucos de luz con su bastón mágico, algún círculo de protección contra el mal y poco más. Puedo afirmar pues que Jesucristo le daba mil vueltas como semidiós, a pesar de ser uno de los semidioses más "tracas" que ha tenido la humanidad. Por lo menos Jesucristo tendría sobre 1000 puntos de golpe, regeneraba cada turno y los gomazos se los comía él solito sin la ayuda de nadie. Pero me estoy distrayendo.

Con el tiempo, los caballeros del zodíaco demostraron una fe inquebrantable en su diosa. ¿Fe en qué exactamente? Pues ni idea. Supongo que tendrían fe en que por lo menos iban a pagarles las facturas del hospital, cosa que nunca ocurrió. Desde el principio vemos cómo se pegan con todos los caballeros que están por encima de ellos dentro de su jerarquía. Se zurran entre los caballeros de bronce para luego cascarse contra los de plata y después contra los de oro; se pegan con deidades chungas y hasta le parten la cara al mismísimo Hades. Se dedican a recibir todos los guantazos del mundo para demostrar que la suya es la mejor de las diosas. ¡Por favor, hasta el mayordomo de Atenea les zurraba de latigazos! Y nunca acababan de lamerse las heridas para cuando la tal Saori Kido volvía a meterse en problemas.

Cuando pensamos en trabajos horribles nos puede venir a la mente cosas como repartidor de pizzas en invierno o inspector de calidad de guisantes, pero el de los susodichos caballeros se lleva la palma. En ningún momento vieron remuneración alguna por todos sus esfuerzos. No tenían siquiera un armero que les reparase las armaduras que tanto les costó ganar, que tan poco protegían y que tan fácilmente se resquebrajaban como porcelana vieja. Ellos y solo ellos, los últimos monos en la jerarquía de una incomprensible organización religiosa son los únicos que en ningún momento dudan de la divinidad de Atenea. Tras la batalla de las doce casas les pulieron un poco las armaduras y les dijeron "buen trabajo", pero en ningún momento les dijeron que subían de rango ni nada. Vosotros a pringar, que se os da bien.

Lo curioso del caso es que pese a haber vencido a todos sus hermanos en combate y a otros dioses rivales de Atenea siguieron siendo de rango de bronce durante toda la historia, que si exceptuamos a aquellos robots humanoides que se inventaron como Caballeros de Acero y al mayordomo de los latigazos, son los últimos monos de la empresa. Alguna vez les pusieron la miel en los labios y sus hermanos mayores les dejaron llevar armaduras de mejor calidad, pero fue porque en esos momentos estaban algo vagos o estaban muertos o los estaban matando de un solo golpe. Porque esa es otra historia. En las ovas, los caballeros dorados eran siempre los primeros en morir, y la mayoría de las veces a causa de uno de esos golpes místicos que te tocan y te matan como los pinchos a Megaman.

Y ese es otro tema, el asunto del cosmos. El cosmos es la energía que usan los caballeros para pegar sus super-guantazos. Que si "elevaré mi cosmos hasta el máximo", que si "debo reunir todo mi cosmos para lanzar el ataque que seguramente acabe con mi vida y tal vez con la de mi adversario", que si "me arde el cosmos"... Todo ello envuelto del típico misticismo esa es otra. Vale que lo que tenían que aguantar no era ni medio normal, y tal vez por eso tenían unas personalidades tan asquerosas. Uno lloraba por cualquier cosa, otro se enrabietaba y no paraba hasta matar a todos, el de más allá se sacó los ojos a sí mismo con tal de que su oponente se callase la boca, fulano se iba en camiseta a visitar a su madre muerta a las profundidades del océano ártico y mengano pasaba de los anteriormente mencionados, salvo que estuvieran en verdadero peligro e iba a comer chuletones como el que más.


Por último solamente decir que quienes hayan visto la serie saben que todo cuanto he mencionado lo he dicho a grandes rasgos. Estoy seguro de que cada cual tendrá en su memoria el recuerdo de alguna escena que le parecería una fajada digna de los Mercenarios 3. No me extraña que haya tanto loco por el mundo.

- Ha elegido usted: sin plomo 95.

El Sin Nombre

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El Fin de los Tiempos, aunque no ha hecho más que empezar, ya ha puesto completamente patas arriba el mundo de Warhammer. Y aunque algunas de las cosas que han pasado no me parecen muy congruentes, hay otras que me han llamado la atención, o me han arrancado una sonrisa nostálgica. Y una de ellas es el regreso de un personaje clásico, y la promesa de su relevancia en este Fin de los Tiempos.

Hablo de El Sin Nombre.

Cuando Nagash resucita y se da cuenta del engaño de Teclis (la Hija de la Reina Eterna en realidad no es hija de Finubar, sino de Tyrion, y en lugar del Poder de Asuryan, por sus venas corre la Maldición de Aenarion), ve que necesita regresar a su Pirámide Negra para purgar su cuerpo de la Maldición. Entonces, llama a sus Señores Oscuros (cinco o nueve, según las fuentes). Sólo 3 de ellos aún permanecen en el mundo de los vivos: Arkhan, Krell y Neferata (en realidad, Neferata nunca fue sierva de Nagash: los únicos vampiros que huyeron a Nagashizarr tras la caída de Lahmia fueron Wsoran y sus Necrarcas).



Entonces, se da cuenta de que ha llegado el momento de reforjar su siniestra cábala de sirvientes, y llama a algunos desde más allá de la barrera que separa el mundo de los vivos del de los muertos. Particularmente, dos poderosos muertos vivientes son resucitados. Uno de ellos es Vlad von Carstein, del que todos ya sabemos su historia. Pero el otro puede resultar un misterio para la mayoría de los jugadores que no sean muy-muy veteranos, o hayan leído las novelas de Genevieve. Pues bien, voy a poner fin a ese misterio.

"En lo más profundo de las Montañas Grises acechaba el espíritu del que una vez fue un gran Encantador. Se trataba de una criatura de poder crudo, su mente quebrada por una reciente derrota. Juró su servicio al Gran Nigromante a condición de que este restaurase su memoria, y no fuese El Sin Nombre nunca más."

En este fragmento tenemos una enorme cantidad de información, pero aún hay más:

"-Harkon es temerario-quien había hablado se mantenía a una pequeña distancia a la izquierda de Vlad. Era poco más que una grotesca sombra enmascarada en la oscuridad.
-Es un guerrero, no un manipulador-respondió Vlad-No lo entenderías.
El Sin Nombre parecía bullir por la contestación, su forma ondulando como humo en el viento-
-¿Sabes mi nombre entonces? ¿Sabes quién era yo? Dímelo.
Vlad sonrió afiladamente y meneó la cabeza.
-Nuestro Amo no se sentiría complacido, y necesito su favor, al menos por ahora. No eres el único que ha perdido partes de su pasado.
-Puedo obligarte a que me lo cuentes-siseó el Sin Nombre.
-¿Quieres oponer tu voluntad a la mía?-respondió Vlad, mirando sin parpadear la máscara del Sin Nombre-Entonces, hazlo, y terminemos con el asunto. Si no, el escenario ante nosotros espera la llegada de su titiritero."

¡Ahí está! ¡Es él!


Las Montañas Grises, la Máscara, un Gran Encantador, una reciente derrota... No hay ninguna duda en absoluto: se trata de Constant Drachenfels, el Gran Encantador, villano de la primera novela de Genevieve (Drachenfels) y de la mitad de su segunda novela (Geneviene no muerta, en la que, tras la destrucción de su cuerpo físico, la máscara de Drachenfels -el Ánimus- trata de acabar con Genevieve y con Detlef Sierck). ¡Por fin, el regreso de Drachenfels! ¿Qué pasará con él ahora? Parece que anda bastante demenciado por no recordar su identidad. Esperemos más noticias del Gran Hechicero en el próximo volumen del Fin de los Tiempos.

¡Ahí está, detrás de Genevieve!



Leyendas Warhammer: Vlad von Carstein

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"Las atrocidades cometidas por el oscuro señor de Sylvania durante la era de los Tres Emperadores aún se dejan sentir. Fue el primero de los Condes Vampiro de esa tierra maldita, y probablemente el más tenaz y terrible de toda la ralea de la noche. Nuestro Sacro Imperio Sigmarita sufrió mucho por causa de esos chupasangres y sus huestes muertas vivientes, aunque finalmente pudieron ser derrotados por el sacrificio noble y desinteresado de uno de mis antecesores, Jurgen IV. Al menos, su muerte libró al Imperio de uno de sus mayores enemigos."
GRAN TEOGONISTA VOLKMAR EL DESPIADADO (FALLECIDO)

"Dulces y amargos recuerdos de antaño... Vashanesh, mi bello Vashanesh, mi orgulloso Vashanesh... Mi Ankhat, que me traes fragancias y colores ya olvidados a mi vieja mente... Ya me había hecho a la idea de haberte perdido para siempre. Iba a castigar a tu díscolo chiquillo por permitir el robo de tu anillo, pero el regreso del Gran Nigromante ha cambiado las cosas. Has regresado, pero languideces por la pérdida de aquella chiquilla norteña, mientras tu Reina aún te extraña... pronto volveremos a encontrarnos, mi Ankhat. No te he olvidado..."
NEFERATA, REINA DE LOS MISTERIOS



"Los muertos se levantan y se enfrentan a los Poderes Ruinosos, aquellos que permiten su existencia. Aquel Encantador odioso que se creía superior a los Dioses Oscuros, y ese chupasangres resucitado que se hace llamar Von Carstein osan oponerse a la inacabable marea de Caos que llega desde el norte. Necios. No pueden detener al Caos. ¡Enseñaré a ese Von Carstein que la sangre es para el Dios de la Sangre, no para bebérsela!"
ARBAAL EL INVENCIBLE, PALADÍN DE KHORNE

"Ankhat, o Vashanesh, como fue llamado posteriormente por salvajes que no eran capaces de pronunciar correctamente la lengua de Nehekhara, se mantuvo bastante al margen de los problemas de Lahmia. Era un administrador eficiente, sin dejarse llevar por sus oscuras pasiones, como los otros Primogénitos. Neferata y su obsesión por Alcadizaar, Zurhas y su terrible paranoia... Pero Ankhat siempre fue el más equilibrado de los siete. Supe de su ridículo cambio de nombre, de su papel en Sylvania, y de su derrota final. El Gran Nigromante ha vuelto a llamarlo desde más allá del velo, y coincido con la sabiduría del Rey Imperecedero. Además, tiene garantizada su lealtad, ya que, en el fondo, Ankhat siempre fue un blando de corazón. No puedo juzgarlo: incluso tras la muerte, yo también fui blando de corazón una vez."
ARKHAN EL NEGRO

"¿Sería un crimen decir que se trata de un estadista más capaz que ninguno de los Emperadores que se han sentado en el trono de vuestro Imperio? La verdad, los humanos sois tan chapuceros en todo que no me extraña que algunos necesiten la muerte para tener una nueva perspectiva."
TECLIS, GRAN MAGO ALTO ELFO

"Sigmar maldijo a los bebedores de sangre cuando derrotó al Gran Nigromante, tanto tiempo atrás. Hay una leyenda acerca de un bebedor de sangre llamado Khaled Al-Muntasir que vio la grandeza de Sigmar y huyó de éste tras la derrota del Nigromante. Se cuenta que aquel vampiro vio la grandeza de los hombres del Imperio, y juró que algún día dominaría al bravo pueblo de Sigmar. Dicen que ese bebedor de sangre aguardó muchos, muchos años, hasta que, con otro nombre, se casó con la hija del conde Otto von Drak. El resto es historia. Antes no era proclive a creer estas leyendas tan escasamente documentadas, pero los últimos tiempos me han dado una nueva perspectiva de las cosas..."
BALTHAZAR GELT, ANTIGUO PATRIARCA SUPREMO DE LOS COLEGIOS DE LA MAGIA



"¡Y tienen loz ojoz rojoz, komo nozotroz! ¡Y laz orejaz puntiagudaz! ¡Y kolmilloz! Kizá zi loz gobboz bebiéramoz máz zangre podríamoz zer komo elloz. Pero ez ke el garrapato a la braza eztá tan bueno..."
SKIGGIT, EL GOBLIN NEGRO

"Monstruo inhumano o no, Von Carstein está salvando el Imperio de Sigmar. Artes negras o no, el hecho es que las legiones de muertos vivientes están frenando la amenaza del norte, y están salvando la vida de miles de ciudadanos Imperiales. Son tiempos oscuros: no hay más que mirar a nuestros aliados muertos vivientes, comandados por el tirano de Sylvania que puso al Imperio contra las cuerdas hace siglos. Pero estamos resistiendo juntos, y Von Carstein está haciendo más por el Imperio que el Emperador o sus Condes Electores. Y, en muchas ocasiones, muestra mucho más honor e integridad que éstos."
VALTEN, HÉROE IMPERIAL

"Todo marcha según el plan..."
EGRIMM VAN HORSTMANN, GRAN HECHICERO DE TZEENTCH

Guardián del Honor (capítulo 6, 2/2)

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Capítulo seis
Una alianza difícil (2/2)

IR A LA PRIMERA PARTE / Continuará...



Korhvale no había pronunciado palabra alguna desde que los elfos habían entrado en el Gran Salón. Había observado toda la cámara con diligencia, aunque, su mirada se había posado en Arthelas más de lo debido. Tan solo cuando ella se dio cuenta de que la estaba observando apartó la mirada, avergonzado. Desde ese momento tomaba extremo cuidado cuando la observaba. Al León Blanco no le gustaban los húmedos salones de la tierra, el sentir el peso de la montaña sobre él. lo veía como una amenaza que esperaba abalanzarse sobre él. En cambio, echaba en falta los espacios abiertos de Cracia, su tierra natal; sentir la brisa en su rostro, el calor del sol sobre su piel, y beber de los aromas de la naturaleza.

Korhvale, en su corazón, era una bestia que llevaba otra piel sobre los hombros. Salvaje e indómito, deseaba vagar por los bosques y las montañas de Ulthuan. Esto que ahora soportaba, encadenado en el interior de una jaula de piedra, era anatema para él.
- Aquel siempre le ha alterado mucho, - dijo un enano sentado a su lado. Korhvale vio que tenía una gruesa barba negra y círculos oscuros alrededor de los ojos. Claramente, era un guerrero. Llevaba una túnica gris oscura y sostenía una pipa entre sus labios mientras le ofrecía su mano al León Blanco.

- Grikk Picoférreo, Capitán de los Rompehierros del Rey. -

Korhvale estrechó su mano con la del enano, aunque el gesto le resultaba extraño.

- Korhvale, - murmuró, con la incertidumbre de que su khazalid hubiese dicho mucho más.

- Tengo la sensación de que las grandes fiestas no son para ti, elgi, - dijo Grikk, luchando por mantener la conversación.

- No, - respondió Korhvale.

- Tampoco para mi, añadió Grikk. - Preferiría estar solo en Ungrin Ankor, los túneles bajo la fortificación, - explicó. - Hay muchas bestias que habitan en ellos, cierto, pero yo se lo que hacer ante las bestias, - añadió con un destello en los ojos.

Korhvale se encogió de hombros, sin estar seguro de qué responder.

- Hay una gran reunión que me estoy perdiendo, - dijo el enano.

- Sí, - respondió el elfo.

- Parece que tu y yo somos lo mismo, - murmuró el rompehierro tras un incómodo silencio, y se cruzó de brazos mientras disfrutaba su pipa.

Un gran gong de metal resonó mor todo el Gran Salón, percutido por Haggar. Era el heraldo que anunciaba el fin de la fiesta y el comienzo de los entretenimientos preparados por los enanos. El retumbante sonido llegó en forma de alivio para ambas razas; ciertamente Bagrik se alegró de escucharlo. En esta velada Ithalred había demostrado en sí mismo la arrogancia  que contenía cada centímetro del príncipe guerrero, como Bagrik suponía que sería. Mientras un auténtica multitud de sirvientes se adentraban en la gran cámara para recoger platos y bandejas, Bagrik se preguntaba si había sido un sabio movimiento el haber escuchado el consejo de Kandor con respecto a los elfos. El maestro del gremio de mercaderes había insistido en que tener una alianza entre sus pueblos traería mucha prosperidad, que todos los elfos estarían dispuestos a ser amigos de los enanos de manera abierta y los ayudarían en los problemas que acosaban sus propias fronteras. Aun así y hasta ahora, Bagrik había visto poco que lo motivase y se había estado mordiendo mucho la lengua.

Los sirvientes enanos trabajaban con presteza, llevándose los restos del festín de vuelta a las cocinas de la fortaleza y se fueron de los salones de clan. Mientras les observaba desfilando hacia la salida con el gigantesco caldero que estaba en el pozo de fuego, Bagrik sintió como era alzado en su trono por sus guardias reales.

La Mesa del Rey fue apartada de su camino por un grupo de guerreros de clan, y él, junto con Brunvilda y Nagrim, fue transportado hacia el borde de la plataforma de piedra para poder ver el piso inferior del inmenso salón. Las otras mesas, desde el Asiento de los Sabios hasta las de los Maestros de Gremios, pasando por las de la nobleza enana, habían sido ya recogidas para su almacenamiento. Hacia el fondo se estaba realizando un arreglo similar, de modo que lo que había sido el inmenso comedor lleno de mesas se convirtió en una extensa plaza.
Las cornisas que delineaban la habitación fueron ocupadas rápidamente, a medida que los sirvientes enanos traían mullidos cojines de terciopelo con respaldos de madera para aquellos que fuesen venerables o importantes. En poco tiempo, el Gran Salón fue convertido en un anfiteatro con la plaza de piedra como punto de atención de los elfos y enanos que lo rodeaban.

Una vez completada la transformación, Bagrik se giró hacia Haggar, quien permanecía de pie junto al gran gong en una de las esquinas de la estancia. A la orden del rey, Haggar hizo resonar nuevamente el gong y el salón en el cual se escuchaba una suave cacofonía de voces quedó en silencio. Fue entonces cuando Bagrik le hizo una seña a su portaestandarte para que comenzasen los entretenimientos.

- ¡Grikk Picoférreo, capitán de los Rompehierros del Rey! - declaró Haggar, cuya voz se escuchó con claridad por todo el salón.

El enano de negra barba comenzó a avanzar desde las sombras del borde del salón, se aproximó hacia el rey e hincó la rodilla, con sus puños apretados tocando el suelo al modo real de los enanos. Se había despojado de su túnica gris oscura, dejando su cintura al descubierto. Llevaba puesto unos calzones de cuero con un faldón de mallas y unos brazaletes de bronce alrededor de sus muñecas.

- Tromm, Grikk del clan Picoférreo, - dijo Bagrik a su capitán. - ¿Qué festines traéis para nosotros? -

- Lanzamiento de hachas, mi señor, - escuchó responder Malbeth al rompehierro, - y levantamiento de yunque. -

Sentado junto a Kandor, el embajador de los elfos observaba cómo los enanos de los diferentes clanes marchaban hacia la plaza de piedra en medio del Gran Salón, los cuales portaban una serie de hachas enanas, seguidos de otros que transportaban varias dianas de madera a las cuales las habían claveteado las cabezas de los pieles verdes. Malbeth tragó saliva con disgusto ante la visión de los espeluznantes objetivos, cuyas lenguas colgaban de sus bocas y sus miradas estaban vacías. La piel colgaba a jirones de sus cuellos, junto con otros colgajos de su carne manchados con su sangre coagulada.

Eran cosas repelentes, decidió el elfo, preocupado por lo que estuviera pensando Ithalred, quien observaba con rostro sombrío las cabezas decapitadas. Mientras se preocupaba por su príncipe, Malbeth también captó la venenosa mirada de Lethralmir, quien estaba disfrutando claramente del espectáculo por todas las razones opuestas. Mientras mantenía la mirada con el embajador, el maestro de la espada de pelo negro le susurró algo al oído de Arthelas, quien se rió en voz baja. Malbeth se fijó en Korhvale, que también tenía la atención fija; pero no en Grikk, quien se aproximaba hacia el armero en busca de su primera hacha, sino en Arthelas. Aquello no terminaría bien, pensó Malbeth, y decidió hablar con el León Blanco más tarde.

Grikk estaba empapado en sudor; una línea de calaveras de pieles verdes partidas a la mitad y yunques dados la vuelta eran el testimonio de su esfuerzo. Los enanos lo vitorearon a cada yunque que levantaba, con cada cabeza de orco o goblin golpeada o mutilada, Grikk nunca falló, ni una vez, y ningún yunque por grande que fuese pudo derrotarlo. Por el contrario, los elfos no parecían saber qué hacer y permanecieron en un profundo silencio hasta que aplaudieron cortésmente cuando Grikk hizo una reverencia ante su rey y luego hacia su audiencia.

Haggar veía a los elgi como unas criaturas extrañas, que carecían de la estrecha camaradería de sus parientes. ¿Cómo no eran capaces acaso de apreciar las habilidades del capitán de los rompehierros? Grikk era uno de los mejores guerreros de la fortaleza, seguido de Morek. Ojala que Haggar fuese tan grande... Por un momento, la mente del enano se perdió en un tiempo anterior, a una vergüenza que debía expiar. Echó un vistazo a la bandera de Ungor, descansando en su lugar sobre el trono del Rey Bagrik y sintió de nuevo la deshonra de ese día. "Thagri, ¿se detendrá alguna vez tu deshonra sobre mi?" se preguntó a si mismo.

Tan profundo era el recuerdo de Haggar, que estuvo a punto de olvidarse de anunciar al rey el siguiente entretenimiento.  Apresuradamente, Haggar hizo resonar el gong y espetó, - ¡El Coro del Gremio de Mineros, liderados por Jodri Bramaalto! -

Malbeth observaba mientras los coristas enanos ocupaban sus posiciones, vestidos con sus mejores galas. Botones de bronce relucían sobre sus túnicas marrones y llevaban gorros de mineral negro pulido. Algunos llevaban campanillas en sus dedos, o llevaban borlas de tela alrededor de las muñecas y tobillos. También había músicos que transportaban sus instrumentos; enormes cuernos de cobre enroscados para representar monstruos serpenteantes, vejigas de animales atadas a una serie de tubos de cobre que se separaban en una serie de ángulos extraños, tambores de piel de orco que retumbaban en la plaza de piedra y un extraño órgano con forma de barril con teclas de amarillo hueso en un lado, y una manivela metálica en el otro.

Se trataba de un conjunto tan extraño que Malbeth no había visto nunca nada parecido, y ya había estado anteriormente en los reinos enanos. Sin embargo, este extraño despliegue de enanos no lo preparó para lo que vino a continuación. Una austera nota baja comenzó los procedimientos, el cantante principal cantando al principio a capella, antes de que sus compañeros se unieran a él en un coro de barítonos y tenores. Mientras cantaban algunas canciones sobre la camaradería y los pellejos de los goblin, los músicos golpearon sus instrumentos.

Un horrible estruendo asaltó sus sentidos, y en un primer momento el embajador elfo cerró los ojos con la esperanza de que los enanos simplemente hubiesen desafinado. Tras unos segundos más de tortura auditiva, quedó claro que eso no era así y Malbeth abrió los ojos con una mueca de circunstancia. Con las mejillas hinchadas y enrojecidas por el esfuerzo, los enanos emitieron un sonido similar al de un caballo estrangulado o más bien al del hueso raspado contra el metal. El embajador elfo dio cuenta de que el Rey Bagrik parecía estar disfrutando, al igual que el resto de enanos que había allí reunidos, golpeándose los muslos mientras los mineros bailaban con extraños movimientos en cuclillas, haciendo tintinear las campanas y las borlas de tela con cada movimiento sincopado.

A Malbeth le rechinaron los dientes al mismo tiempo que intentaba sonreír desesperadamente, y le rezó a Isha, la diosa elfa de la misericordia, para que se acabase pronto.

Bagrik dejó de seguir el ritmo de los coristas con las palmas de sus manos cuando vio la expresión en el rostro de Ithalred. El príncipe elfo parecía estar pasando por una tremenda agonía, con sus rasgos tan tensos que no podía seguir disimulando aquel estado de indiferencia total. Apresuradamente, el rey enano llamó la atención de su portaestandarte, para que golpease el gong de manera vigorosa. Tras un momento de indecisión, Haggar realizó lo que se le había pedido  y el sonido del gongo apagó abruptamente la actuación del Coro del Gremio de Mineros...

- Suficiente, - gruñó Bagrik.

Confundidos, los mineros detuvieron su canción a mitad de la primera estrofa con un toque de bocina tardía y el sonido de un acordeón. Bagrik le hizo un gesto agitado a los mineros que se retiraron perplejos, y salieron del escenario con expresión desconsolada, junto con un clamor discordante de instrumentos y muchas quejas por lo bajo.

El rey se volvió rápidamente hacia Haggar, preguntándole con la mirada cuál era el siguiente espectáculo. El enano se encogió de hombros, mirando con una fuerte sensación de pánico por la súbita interrupción del horario. Malbeth vino a su rescate.

- Tal vez, nos haría el honor de mostrarle a su gracia el sabor de nuestra cultura nativa, - dijo el embajador elfo, tras lo que Haggar respiró profundamente.

Bagrik murmuró algo en respuesta, y entonces Kandor asintió, aliviado de igual manera.

- Arthelas, - dijo el elfo, girándose hacia la pálida dama situada al lado del Príncipe Ithalred, - ¿tendrías la bondad de honrar a nuestros generosos anfitriones con la Canción de Eataine? -

Haggar vio a la dama elfa asentir recatadamente mientras se levantaba de su asiento, y sintió que se ruborizaba ante su elegancia y belleza etérea. Nunca había visto una criatura como aquella en toda su vida. Tan delgada y frágil, ella era como el viento, como la luz del sol reflejada en el agua, igual que el brillo del oro. Caminó con ligereza hacia el centro de la plaza, junto con dos arpistas que la siguieron hacia sus posiciones. La magnificencia del Gran Salón parecía embotado por su radiante presencia y todos en el interior quedaron en silencio cuando comenzó a cantar.

Un melodioso sonido llenó el aire mientras Arthelas cantaba, un sonido efímero que parecía llegar  al alma de cada ser mientras los arpistas tocaban sus acompañamientos. A pesar de que no entendía las palabras, Haggar sintió caldez y una curiosa sensación de claridad por todo su cuerpo mientras los escuchaba. El efecto era embrujador. el tiempo se ralentizaba y dejaba de tener sentido. Era como si solo estuviese ella en la gran cámara, como si ella solo cantase para Haggar. Su mirada se encontró con la del enano y los problemas de su pasado se desvanecieron. No quedaba rastro del más leve recuerdo, solo estaba Arthelas.

Cuando terminó la canción arqueó la cabeza a modo de súplica ante su audiencia, mientras reinaba el silencio. A Haggar le brotaban las lágrimas de los ojos y respiró nuevamente. Cuando vio desplomarse a Arthelas, su corazón casi se detuvo en el interior de su pecho acorazado.

Korhvale fue el primero en acudir en ayuda de Arthelas, saltó desde su asiento hacia el suelo de piedra, cayendo con un ruido de aplomo y sujetándola en el último momento. Ithalred se encontraba justo detrás del León Blanco, haciendo que los arpistas y los demás elfos de alrededor se hicieran a un lado mientras su guardaespaldas la llevaba en brazos, mientras le susurraba algo a los oídos de su hermana. Despertó, abriendo los ojos lentamente.

- ¿Qué le ha ocurrido? - preguntó Malbeth, el embajador elfo, mientras seguía los pasos de si príncipe. Un pequeño grupo se arremolinó expectante en torno a la escena, tanto de elfos como de enanos.

- ¿Se encuentra bien, debería convocar a las sacerdotisas de Valaya? - preguntaba Kandor, casi sin aliento.

- ¡No tenemos necesidad de vuestras sacerdotisas! - pronunció Ithalred con los labios mientras le echaba una fulminante  mirada al mercader enano.

- Todo está en orden, amigo mío, - dijo Malbeth, interponiéndose entre su príncipe y Kandor, mientras posaba su mano sobre el hombro del enano. - Arthealas está un poco cansada tras nuestro viaje. Es más sensible que el resto de nosotros, - explicó.

Kandor asintió lentamente, mientras echaba un fugaz vistazo hacia Ithalred, que había comenzado a reunir de manera furiosa a sus sirvientes detrás de Malbeth, pero no pareció tranquilizarse.

- Todo está en orden, - repitió Malbeth mucho más alto para el beneficio de la asamblea al completo. La Dama Arthelas solamente está cansada. -

- Todos lo estamos, - replicó la voz de Lethralmir con tono oscuro mientras emergía de entre la multitud como una víbora. - Estos... juegos, han durado demasiado, - añadió.

Malbeth estuvo a punto de decir algo, cuando Ithalred se levantó, portando a Arthelas en sus manos.

- Lethralmir tiene razón, - dijo el príncipe en lengua élfica. - Esta ridícula exhibición se ha terminado. Ya he tenido bastante. -

- Pero mi señor, estoy convencido de que si Arthelas regresa a su... - comenzó a decir Malbeth.

- Se ha acabado, Malbeth, - sentenció Ithalred, con un tono que no permitía respuesta alguna.

El embajador elfo detuvo sus palabras en seco, cerró la boca y asintió a modo de aceptación. Por el rabillo del ojo pudo ver a Lethralmir observándole con una sonrisa de autosatisfacción.

- Malbeth, - dijo Ithalred bruscamente, - comunícales a nuestros anfitriones que nos retiramos a nuestros aposentos. - Tras decir esto dirigió sus pasos hacia la salida del Gran Salón, y Korhvale, lo siguió con cara de circunstancia. Los siguió un grupo de sirvientes que murmuraban y cuchicheaban en bajo sobre los enanos que dejaban tras sus pasos.

Lethralmir soltó varias órdenes en élfico con rapidez, ante las cuales sus guerreros se pusieron en pié y siguieron al príncipe con el resto de sus sirvientes. El Maestro de la Espada de cabellera negra estaba a punto de dirigirse tras ellos cuando Malbeth le agarró del brazo.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - susurró, furioso.

El elfo de oscura cabellera sonrió de manera sombría. - Mantener mi dignidad y la dignidad de tu raza, - dijo.

- Que Khaine te maldiga, Lethralmir. -

El elfo esnifó aire por la nariz, mientras encontraba divertido el comentario de Malbeth. - Tú primero, - le contestó, mirando hacia la parte de su brazo por la cual Malbeth lo tenía sujeto.

- ¿Realmente quieres montar una escena delante de nuestros generosos anfitriones? - puntilleó Lethralmir tras unos segundos, y volvió a mirar hacia su brazo. - Recuerda ese temperamento tuyo... -

Malbeth le soltó.

- ¿Qué está ocurriendo? - preguntó Kandor, mientras los elfos salían en tropel del Gran Salón. Malbeth se giró, una vez hubo recobrado la compostura.

- Al parecer, el cansancio se ha llevado lo mejor de nosotros, - respondió con rapidez, y luego alzó la voz para dirigirse hacia el rey.

- Lamentablemente, su majestad, debemos retirarnos por esta noche. El Príncipe Ithalred se encuentra exhausto, y debemos descansar tras nuestro viaje. De todas formas, me ha pedido que os transmita su aprecio por el fino festín y los entretenimientos que su gracia nos ha ofrecido. -

El Rey Bagrik murmuró algo para sí mismo, claramente poco convencido, y Malbeth lo aprovechó como excusa para marcharse.

Bagrik contempló el pandemonium que era el Gran Salón tras la marcha de los elfos; Los enanos pululaban por la plaza de piedra rascando sus cabezas y hablando los unos con los otros; los murmuros de disgusto de los ceñudos barbaslargas, con sus pipas humeando furiosamente; Las oscuras miradas que lanzaban los maestros de los gremios, señores de los clanes y demás burgueses, a los que él, Bagrik, había impuesto sanciones por su debacle.

Sintió la presencia de Brunvilda a su lado, para intentar tranquilizarlo, y apretó los puños.

- ¡No digas nada! - musitó apretando los dientes, girándose para murar furiosamente a Kandor, que parecía perdído de alguna forma frente a él.

La voz de Rugnir irrumpió en la atmósfera sepulcral.

- ¿Quién se ha muerto? - preguntó de manera jovial. - Dejémos a los elgi que se retiren a su bello sueño. Aún queda mucho que beber. -

Algunos de los enanos de clan más jóvenes parecieron animarse ante esa idea, incluido Nagrim. Bagrik hizo trizas aquella frivolidad en un instante.

- ¡No! - rugió, mientras luchaba por ponerse en pie y lanzando una mirada acerada a toda la sala. Se había doblegado a gusto de los elfos, permitiéndoles entrar en su hogar, cerrando los ojos a todas sus afrentas, arrogancias y groserías. habían arrojado su hospitalidad a la cara como si fuese estiércol de goblin. Bagrik estaba indignado, Y de ningún modo feliz. - ¡Todos, de regreso a vuestros salones, la fiesta se ha acabado! -


Guerra en color: Aniquiladores de los Mil Hijos

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La semana pasada publiqué el Codex: Mil Hijos para 40K Revolution. Hace ya unos meses que había preparado esta escuadra a partir de mi caja de restos y de unas cabezas de marines-rúbrica clonadas, y ya sólo quedaba pintarla. Tengo un poco de prisa hoy, así que os dejo la foto. ¿Qué os parecen?


Guerra en color: Picadora de Condenación Skaven

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Para los Skavens del Clan Skryre que consiguen superar cierta esperanza de vida, no existe un sueño mayor que el de pilotar su propia Picadora de Condenación; ponerle un Rattinni a 80cc, cambiarle los casquillos por otros de piedra bruja, reemplazar el tubo de escape por nada, sustituir los pinchos por otros más afilados y hacerse de un compañero lo bastante estúpido como para que le haga las funciones de asiento y rueda trasera. Todo esto que acabo de decir es una tontería como una Campana Gritona, pero sin duda es mejor que cualquier otro tipo de texto de relleno que hubiera podido inventarme.


Esta es la miniatura que estuve a punto de pintar para el concurso de Guerra en Color Veraniega, dada la cantidad de partes metálicas de que dispone. He vuelto a escoger la heráldica del Clan Resttik (cosecha propia) para pintar a la dotación.





También me he llevado una sorpresa con las tintas. La clásica Thraka Green sobre metálico le da un tono muy apropiado al generador de piedra bruja del interior, mientras que la Nuln Oil hace que brille. Al principio no me gustaba, pero tras observarla detenidamente me percaté de que hacía lo que debía hacer; dejar la maquinaria como si estuviera cubierta de aceite.


Y así es como ha quedado otro de mis cacharros. ¿Qué os parece?

Mapeando el Viejo Mundo: Ulthuan y Naggaroth

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¡Saludos, viajeros! Ya falta poco para terminar de recopilar todos los mapas concernientes al Viejo Mundo de Warhammer. En esta ocasión nos adentramos en las tierras de los Elfos. Hoy soy yo quien va con algo de prisa, de modo que aquí os los dejo.




Fin de los Tiempos: ya viene Nurgle

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Ya se ve por la red lo que va a ser el próximo lanzamiento para el Fin de los Tiempos. Como estaba previsto, iba a ser algo del Caos. Lo extraño es que sólo uno de los dioses del Caos reciba novedades, aunque está por ver qué más saldrá.




La novedad son los Putrid Blightkings de Nurgle (Reyes de plaga putrefactos), un nombre rebuscado y bastante ridículo (¿todos son reyes? ¿Entonces qué tiene de especial ser rey?). Se trata de Infantería monstruosa (parece que hay una errata en sus reglas, donde pone infantería, pero tienen peana de 40x40mm), que vienen a ser una especie de guerreros del caos-ogros de Nurgle. Básicamente, una versión más potente de los ogros del Caos, con más resistencia y armadura, mejores perfiles y reglas... Por supuesto, esto hará que los ogros del Caos pierdan gran parte de su utilidad (imagino).

¡Las reglas! Abrir imagen en una pestaña nueva para ver a tamaño grande.


Tengo que reconocer que las miniaturas no me desagradan, tienen un aire retro que me gusta (por sus mutaciones, que últimamente parecía que el Caos era uniforme; y por esos detalles graciosetes de Nurgle, como nurgletes saliendo de las tripas). Me parecen una opción muy buena para representar ogros de Nurgle con armaduras pesadas (si no fuese por su precio, creo que al final son 44 euros por 5 miniaturas). Pero la idea de la nueva tropa no me gusta mucho, la verdad.

Gutrog Spume, nuevo personaje especial lleno de tentáculos y forúnculos


Con ellos viene un nuevo personaje especial, Gutrog Spume, mismo tamaño, versión caótica de un déspota ogro. Me gustan sus tentáculos, pero ha sido una desilusión ver que no habrá retorno de Valnir el Segador.



Veremos qué más viene con la marea del Caos...

El Niño Borracho: Música de Pintada

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Hoy me apetece volver a recomendaros música, así es la cosa. Anteriormente dirigí la serie de artículos de Música de Batalla y tenía ganas de volver a hacer algo del estilo. Últimamente he estado pintando bastante (la próxima Guerra en Color viene en horda ;-) ) y a la vez me ha dado tiempo a volver a escuchar muchos discos y directos. Siempre he defendido que es en los conciertos donde los buenos músicos salen a relucir.


Personalmente, el directo es el formato que más me gusta a la hora de escuchar música. Incluso aprecio todos los pequeños sonidos que emborronan de algún modo u otro lo que debería ser una supuesta búsqueda de perfección en la interpretación de sus tonadas. El rasgar de un dedo sobre una cuerda que anda buscando una nota concreta, las palmadas de un público animado... todo ello forma parte del encanto que produce presenciar cómo el arte se genera ante tus sentidos. El mejor ejemplo que me viene a la mente son los diez segundos que tardó en reaccionar el público del Made in Japan de Deep Purple desde que concluyó Space Trukin' hasta que sonaron los aplausos. Refleja a la perfección hasta qué punto puede quedar el respetable alucinado y sin saber qué hacer ante lo que acaba de presenciar.

Uno de los beneficios que sin duda produce es la mejora de la concentración y en especial la música carente de voz, pues el cerebro tiende a prestarle atención al mensaje que emerge de ella. Aún así, cada cual se sentirá más cómodo escuchando distintos estilos. Puede relajarte para templar el pulso en esos últimos detalles o puede mantenerte animado para proseguir con ganas la dura tarea que resulta pintar cuarenta goblins. Es por todas estas razones que os animo a poneros los cascos o los altavoces cada vez que os apetezca darle caña a los pinceles.

Y para predicar con el ejemplo, aquí van unos cuantos conciertos.

2Cellos - Live at Arena Pula 2013

Dream Theater - Dark Side of the Moon 2005

Liquid Tension Experiment - Live at N.Y.C.

Rodrigo y Gabriela - Live at Ancienne Belgique

Corvus Corax & Wadokyo - Live at Wacken 2013

Sharon Shannon - Flying Circus Concert

Roger Waters - In the Flesh
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