En este mundo en el que vivimos, tan familiar y extraño al mismo tiempo, seguro que todos conocemos algún ejemplo de lo que se conoce como "vivir de rentas". Básicamente consiste en tener una idea, o un producto, o lo que sea, y repetirlo y repetirlo ad nauseam. Hablemos de música, literatura, videojuegos, o wargames...
Hoy, que me he levantado tarde y de mal humor (¿será la llegada de la primavera?), me apetecía reflexionar sobre cierta empresa que lleva también unos cuantos años viviendo de rentas. Todo esto sale de una conversación que tuve con mi amigo Ragnor hace un par de días, y me apetecía compartirlo con vosotros.
Pues sí, voy a hablar de cierta empresa que lleva años y años viviendo de rentas. Una empresa que comenzó como importadora de juegos, que cumplía un papel vital en aquella época. Si alguien quería los manuales de D&D, o conseguirse un Blue Max, necesitaba acudir a ellos, ya no sólo para comprarlo, sino hasta para conocerlo. Su revista, un puro catálogo de publicidad, cumplía una función importantísima en aquella época sin internet y sin revistas especializadas, época en la que el rol, los wargames y demás eran material muy raro. Pues ese catálogo de publicidad difundió el frikismo por Inglaterra y más allá, ya que no era posible conocerlo de otra forma (bueno, siempre está el boca a boca).
La empresa tuvo un tiburón de los negocios, un tal mr. Ansell (de quien opino, personalmente, que es una criatura deleznable ;)), que supo hacerla crecer. Y mucho más importante, tuvo a un tal Mr. Priestley, un tipo muy peculiar que creó unos reglamentos que permitieron despegar a la empresa. En aquella época la empresa fabricaba miniaturas, pero ni mejores ni peores que las de otras empresas (en general la tecnología de hacer miniaturas estaba un poco en pañales en aquella época). Fueron esos reglamentos los que hicieron despegar a la empresa, fueron las obras de Rick Priestley las que hicieron de la empresa el gigante que es ahora. Fueron esas ideas geniales.
Y aún más: otros brillantes diseñadores entraron a trabajar en el proyecto. Nombres como Andy Chambers (¿Andrés Cámaras? xD), Jervis Johnson, Nigel Stillman o, más adelante, Tuomas Pirinen. Fueron esos diseñadores los que hicieron a la empresa enorme. Las miniaturas podrán ser todo lo bonitas y detalladas que la gente quiera, pero son los reglamentos los que convierten las miniaturas de objetos de fetichismo a objetos útiles.
Y ahora, los mercaderes invadieron el templo. La idea, el concepto, es el mismo, pero corrupto. Todos los grandes diseñadores se marcharon, o fueron directamente expulsados de la empresa. Necios que no captaron la esencia de los reglamentos originales retomaron el proyecto, deformándolo. Cuando antes había un ambiente oscuro y siniestro, ahora sólo vemos historias de héroes ultrapoderosos que vencen batallas por sí solos. ¡Un sólo hombre! Es el síndrome de Kaldor Draigo, un claro síntoma de que los diseñadores actuales han visto demasiado Dragon Ball y jugado demasiado al Warcraft.
Estamos en el año 2013, y esa empresa sigue viviendo de rentas, sumida en su propia arrogancia y necedad. Desde que cambiamos de milenio, esta empresa no ha hecho más que vivir de rentas. Siempre es lo mismo. Los libros siguen teniendo los mismos relatos de Biill King y Rick Priestley, y los que son nuevos, se nota (por su escasa calidad y lo absurdo de su argumento). Ninguno de esos diseñadores (salvo Johnson) sigue en la empresa, pero la empresa sigue explotando los productos que ellos crearon, distorsionados y degenerados.
Viviendo de rentas desde hace ya quince años...
Hoy, que me he levantado tarde y de mal humor (¿será la llegada de la primavera?), me apetecía reflexionar sobre cierta empresa que lleva también unos cuantos años viviendo de rentas. Todo esto sale de una conversación que tuve con mi amigo Ragnor hace un par de días, y me apetecía compartirlo con vosotros.
Pues sí, voy a hablar de cierta empresa que lleva años y años viviendo de rentas. Una empresa que comenzó como importadora de juegos, que cumplía un papel vital en aquella época. Si alguien quería los manuales de D&D, o conseguirse un Blue Max, necesitaba acudir a ellos, ya no sólo para comprarlo, sino hasta para conocerlo. Su revista, un puro catálogo de publicidad, cumplía una función importantísima en aquella época sin internet y sin revistas especializadas, época en la que el rol, los wargames y demás eran material muy raro. Pues ese catálogo de publicidad difundió el frikismo por Inglaterra y más allá, ya que no era posible conocerlo de otra forma (bueno, siempre está el boca a boca).
La empresa tuvo un tiburón de los negocios, un tal mr. Ansell (de quien opino, personalmente, que es una criatura deleznable ;)), que supo hacerla crecer. Y mucho más importante, tuvo a un tal Mr. Priestley, un tipo muy peculiar que creó unos reglamentos que permitieron despegar a la empresa. En aquella época la empresa fabricaba miniaturas, pero ni mejores ni peores que las de otras empresas (en general la tecnología de hacer miniaturas estaba un poco en pañales en aquella época). Fueron esos reglamentos los que hicieron despegar a la empresa, fueron las obras de Rick Priestley las que hicieron de la empresa el gigante que es ahora. Fueron esas ideas geniales.
Y aún más: otros brillantes diseñadores entraron a trabajar en el proyecto. Nombres como Andy Chambers (¿Andrés Cámaras? xD), Jervis Johnson, Nigel Stillman o, más adelante, Tuomas Pirinen. Fueron esos diseñadores los que hicieron a la empresa enorme. Las miniaturas podrán ser todo lo bonitas y detalladas que la gente quiera, pero son los reglamentos los que convierten las miniaturas de objetos de fetichismo a objetos útiles.
Y ahora, los mercaderes invadieron el templo. La idea, el concepto, es el mismo, pero corrupto. Todos los grandes diseñadores se marcharon, o fueron directamente expulsados de la empresa. Necios que no captaron la esencia de los reglamentos originales retomaron el proyecto, deformándolo. Cuando antes había un ambiente oscuro y siniestro, ahora sólo vemos historias de héroes ultrapoderosos que vencen batallas por sí solos. ¡Un sólo hombre! Es el síndrome de Kaldor Draigo, un claro síntoma de que los diseñadores actuales han visto demasiado Dragon Ball y jugado demasiado al Warcraft.
Estamos en el año 2013, y esa empresa sigue viviendo de rentas, sumida en su propia arrogancia y necedad. Desde que cambiamos de milenio, esta empresa no ha hecho más que vivir de rentas. Siempre es lo mismo. Los libros siguen teniendo los mismos relatos de Biill King y Rick Priestley, y los que son nuevos, se nota (por su escasa calidad y lo absurdo de su argumento). Ninguno de esos diseñadores (salvo Johnson) sigue en la empresa, pero la empresa sigue explotando los productos que ellos crearon, distorsionados y degenerados.
Viviendo de rentas desde hace ya quince años...